Por extrañas circunstancias y extraña fortuna, el pasado día 11 de junio del año del Señor de 2021 un caballero medieval del siglo XII, Alférez del Rey de Castilla y León por más señas, campeó de nuevo por tierras que, otrora, le fueran conocidas.
Fue visto en la localidad de Anento, a unas 18 leguas de Medina Albaida (la ciudad de la luz), pequeña población situada en los parajes naturales del Campo Romanos, ubicada en el fondo de un valle, a 919 metros de altitud sobre el nivel del mar, donde grandes escarpes de tierra caliza coronan el valle, desde los cuales los restos de un torreón celtíbero y de un castillo medieval vigilan sus aconteceres.
Fue allí, en Anento, donde los lugareños aseguran que el guerrero medieval tomó posesión de varios entornos en los que la azarosa historia del Medievo dejó su huella, lugares como estos:
Castillo de Anento
El castillo de Anento, al que se accede por un puente levadizo, sobre un foso, ya existía cuando la aldea fue quemada por los castellanos, pero sin conquistar aquel y sirvió de refugio y resistencia contra los ataques de los soldados de Pedro el Cruel.
De su primitiva construcción, todavía persisten varias almenas con saeteras en la muralla y cuenta con dos torres gemelas, y restos de una tercera, con interesantes bóvedas de cañón en su interior.
Iglesia parroquial.
La Iglesia Parroquial de Anento, dedicada a San Blas, es una sobria y austera construcción románica del siglo XIII hecha con piedra sillar y mampostería. El interior consta de una sola nave rectangular de nueve tramos separados por arcos apuntados que cargan sobre pilastras sencillas, cubiertas con bóveda de cañón apuntado.
En el lado del evangelio se sitúan la sacristía, que es una sala cuadrangular y la torre, que se ubica en la cabecera y consta de un piso macizo y dos realizados en mampostería y sillar, con aspilleras y husillo para las escaleras del interior. Por último, en el piso superior se halla el campanario, de cuatro vanos apuntados con arco interno a modo de diafragma, que apea sobre capiteles cúbicos.
Ya en el siglo XIV se le añade el pórtico del lado sur, en el que aparece la primitiva puerta de entrada a la nave, que es un arco de medio punto con dos arquivoltas decoradas con dientes de sierra y con rosetas. El pórtico se cubre, en sus cuatro tramos, con bóveda de crucería y con los palos de Aragón en las claves. En el siglo XVI se edificó el magnífico púlpito mudéjar con labores caladas en yeso, combinando estrellas y cruces. También en el mismo siglo se añadió el coro, cuya viga principal está tallada con trabajo de espiga y las bovedillas con relieves en yeso de tallos y uvas. Parece que toda la iglesia estuvo decorada con pinturas murales, de las cuales solo se conservan las del ábside.
Retablo mayor. Antes de mediados del siglo XIV se colocó un gran retablo pintado, obra del maestro Blasco de Grañén, dedicado a San Blas, Santo Tomás de Becket y la Virgen de la Misericordia. Es, posiblemente, el retablo gótico más grande y mejor conservado de lo que fue la antigua Corona de Aragón.