Hay ocasiones en las que resulta especialmente grato realizar la crónica de un acontecimiento y ésta es para nosotros una de ellas.
El pasado mes de marzo, de 2.019, tuvimos el honor de ser invitados, por la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, a los diversos actos organizados durante las V Jornadas de Formación, celebradas en la capital aragonesa, durante los días 23 y 24 de dicho mes. Jornadas que fueron organizadas por la Delegación de los antiguos reinos de Aragón y Navarra, y de La Rioja, y presididas por S.A.R. Don Pedro de Borbón Dos Sicilias y Orleans, Duque de Calabria, Conde de Caserta, y Jefe de la Casa Borbón Dos Sicilias.
Fueron dos días de intensa actividad y varios son los reportajes, en torno a ellos, que les vamos a ofrecer, queridos lectores que nos siguen, con el ánimo de llevar hasta ustedes la esencia de lo que fueron unas jornadas inolvidables.
Sin duda se hace necesario comenzar con una reseña histórica acerca de esta prestigiosa corporación que hunde sus raíces en el siglo IV de nuestra Era.
Según la tradición, la institución de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge se debe al emperador Constantino el Grande (272-337 d.C.), a quién se apareció la Cruz luminosa con la leyenda “In Hoc Signo Vinces” durante la victoriosa batalla contra Majencio en el Puente Milvio, a las puertas de Roma, el 28 de octubre del año 312.
El núcleo de la Orden se habría formado a partir de 50 caballeros seleccionados de entre la Guardia Personal del Emperador, a los cuales se confió la custodia del Lábaro imperial, sobre el que resplandecía la cruz con el monograma de Cristo.
Dedicada a San Jorge, soldado de Capadocia martirizado bajo el emperador Diocleciano, la Orden fue puesta bajo la regla de San Basilio en el 456, a instancias del emperador Marciano, aprobada por el Papa San León Magno.
Para el abate Giustinian, Caballero Gran Cruz de la Orden en el siglo XVII, la institución de la Orden Constantiniana fue realizada a instancias del Papa San Silvestre I (314-335). Él habría concedido a los caballeros un manto capitular de terciopelo celeste, que en el caso del Gran Maestre estaba forrado de tela de plata en la parte superior.
El símbolo de la Orden es una cruz púrpura con las extremidades flordelisadas, cada una de ellas cargada de las letras “IHSV” (In Hoc Signo Vinces”), bordada de oro y cargada en el centro del monograma de Cristo, (XP sobrepuesto), con las letras griegas A y O pendientes.
El lirio y la cruz con las extremidades flordelisadas fue más tarde el monograma de Cristo, acompañado de la primera y la última letra del alfabeto griego; motivos iconográficos que encontramos profusamente en la iconografía romana y luego bizantina. Si Constantino no hubiera formado una Orden de Caballería propiamente dicha, en el sentido medieval y moderno del término, vale la pena subrayar cómo los vínculos, al menos imaginarios, de la Orden Constantiniana con el primer emperador cristiano, tienen un alto significado ético y religioso, basado en algunos datos, de hecho históricamente ciertos, que indicarían más bien a una vinculación entre la Orden de Caballería cuya existencia está fehacientemente probada desde principios del siglo XVI, con una antigua institución caballeresca romana.
Se ha subrayado en ocasiones cómo mientras en la Europa Occidental, el Ordo Equester desaparece con la caída del Imperio Romano, renaciendo la caballería sobre nuevas bases inspiradas de las costumbres germánicas, es posible en cambio que en el Imperio Romano de Oriente se produjese una cierta continuidad histórica entre el antiguo Ordo Equester y las más tardías instituciones caballerescas.
Aún, siendo mucho más antigua que las Órdenes de Caballería creadas en el siglo XII, la Orden Constantiniana de San Jorge surge y se desarrolla a través de los siglos como una Orden Militar que añade luego la naturaleza de Orden Religiosa.
Una vez hecha esta necesaria introducción histórica, damos inicio al relato de los diversos actos de las V Jornadas de Formación y lo hacemos con el primer testimonio que recogimos, a las puertas de la Casa de la Iglesia, escenario de algunos de ellos, situada en la plaza de La Seo, de Zaragoza, justo donde otrora se ubicará el Foro romano.
Allí hablamos con Gonzalo Vázquez, Tesorero de la Delegación de Aragón, que en estas jornadas actuaba como jefe de protocolo. Le hicimos algunas preguntas sobre los precedentes, motivación y contenido de las jornadas y esto es lo que nos contó: “Estas jornadas son las quintas que se hacen a nivel nacional y vienen celebrándose desde hace ocho o diez años“.
“Las jornadas comprenden una serie de conferencias: la primera de ellas referida a la historia de la propia Orden, la segunda hablará sobre el protocolo y la línea dinástica de la Orden, la tercera versará sobre la iconografía de los Grandes Maestres, y la cuarta y última analizará la Espiritualidad y Acción Social de la Orden. Otros actos contenidos en las V Jornadas de Formación son: Ofrenda a Nuestra Señora del Pilar; Homenaje al I Duque de Montemar en su sepulcro de la Basílica del Pilar; Visita al Museo de Tapices y Catedral de La Seo;Eucaristía en la Iglesia de San Fernando, y diversos actos sociales a lo largo del fin de semana“.
“Estas jornadas son específicas de formación de candidatos a la Orden, para que reciban información de qué es lo que hacemos, a qué dedicamos el dinero que se recauda, los fines sociales de la Orden y, aunque no es una exigencia, son un paso previo para el ingreso en la Orden. Tenemos registrada la asistencia de 47 personas para el sábado y 51 para el domingo“.
Finalizamos nuestra pequeña entrevista justo cuando se producía la llegada de S.A.R. Don Pedro de Borbón Dos Sicilias, acompañado del Delegado en Aragón, Ilmo. Sr. D. Juan Luis Doncel y Paredes, circunstancia que aprovechamos para tomar las primeras imágenes del evento.
Junto a S.A.R. Don Pedro de Borbón-Dos Sicilias, asistió también a los actos el Presidente de la Real Comisión de España, Excmo. Sr. Álvaro Zuleta de Reales y Ansaldo, Duque de Linares, y Grande de España.
Asistieron, entre otras, representaciones de las siguientes Delegaciones de España: Real Delegación en el Principado de Cataluña: Excmo. Sr. D. Francesc-Xavier Montesa i Manzano. Caballero Gran Cruz de Jure Sanguinis.
Delegación en los antiguos reinos de Valencia y Murcia: Excmo. Sr. D. José Vicente Corbí y del Portillo. Caballero de Justicia.
Delegación en Extremadura: Ilmo. Sr. D. Fernando de Vargas-Zúñiga y Mendoza, Caballero de Justicia.
Delegación en el antiguo reino de Mallorca: Ilmo. Sr. Marqués de Campofranco. Caballero de Justicia.
Delegación en el antiguo reino de las Canarias: Ilmo. Sr. D. Agustín Francisco de Monteverde y Benítez de Lugo. Caballero de Justicia.
Invitado a los actos, asistió igualmente D. Manuel Grao Rivas, Jefe de Relaciones Institucionales del Tercio Norte “General Aranda”, de los Reales Tercios de España, fundados en 1.942 por S.A.R. Don Juan de Borbón y Battemberg.
A continuación de la recepción de personalidades, y situados ya en el Salón de Actos de la Casa de la Iglesia, asistimos a la primera de las conferencias programadas, titulada “Historia de la Orden Constantiniana“. Fue su ponente el Ilmo. Sr. D. Carlos de Corbera y Tobeña, y su presentación estuvo a cargo de Juan Luis Doncel, Delegado en Aragón, quien hizo el siguiente resumen acerca de su extenso historial:
Carlos de Corbera y Tobeña es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y abogado del Ilustre Colegio de Huesca.
Actualmente desempeña la función de Secretario Interventor de la Comunidad de Albarracín, en Teruel. Es Caballero Jure Sanguinis de la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge; Académico Correspondiente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, de Zaragoza; Delegado Académico de la Comisión de Patrimonio en Teruel; Académico Correspondiente en la provincia de Huesca de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía; Caballero Comendador de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, Capítulo de Aragón, Cataluña y Baleares; Caballero del Real Estamento Militar del Principado de Gerona, Cofradía de San Jorge.
Comenzó su intervención Carlos de Corbera con las siguientes palabras: “Permítanme en primer lugar agradecer, especialmente a la Real Comisión de España, por haberme invitado a formar parte y participar en estas V Jornadas de Formación, lo cual es para mí un honor. Aunque no soy historiador, debo decirlo, y es difícil resumir en tan poco tiempo la historia de la institución, todos los que han escrito sobre ella la han definido como la primera y más antigua de las Órdenes de Caballería de la Cristiandad, espero con esta intervención poder ayudar a esbozar los acontecimientos principales de la historia de nuestra Orden“.
Se refirió Carlos de Corbera a la Fundación Legendaria de la Orden y explicó luego cómo Constantino hizo colocar sobre el Lábaro la señal de la cruz con el monograma de Cristo formado por las dos letras iniciales griegas, la X y la P. Eligió para la guarda de este estandarte a 10 hombres, los cuales estaban encargados de llevarlo uno después de otro, delante del príncipe, en la guerra y en todos aquellos actos en los que el emperador se presentaba con toda la pompa imperial.
Tan solo un año más tarde, en el 312, Constantino promulga el edicto de libertad religiosa en el imperio romano, dando fin con ello a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos religiosos y principalmente contra los cristianos.
Actualmente la Orden Constantiniana usa como emblema el Lábaro Constantiniano, y en la Basílica de la Santa Croce al Flaminio, se conserva el Lábaro Constantiniano recreado por el Kaiser Guillermo II y regalado a la Orden por Su Santidad Pio X. La documentación fehaciente relativa a la Orden empieza en el siglo XVI y se encuentra ligada desde un primer momento la Casa de los Flavio Comneno y bajo el amparo de la Santa Sede.
Los primeros Grandes Maestres de la Orden, propiamente dicha, cuya existencia y dignidad está fuera de duda, fueron los príncipes Angelo a quien la Santa Sede consideró como líderes posibles de una Cruzada contra los turcos y los Papas reconocieron en sus pretensiones imperiales mediante la Bula Quos alias firmada el 17 de julio de 1551 por el Papa Julio XIII, que constituye la primera referencia pontificia a la Orden.
Más tarde, en 1.573, se publicaron en Venecia, ciudad donde residían los Grandes Maestres, los primeros estatutos de la Orden en los cuales se invocaba ya fundación bizantina de la sacra milicia y se atribuía su concesión al Emperador Isaac Ángelo, en 1.191.
Estos estatutos fueron luego reeditados en Piacenza 1.575; Padua 1.577; Roma y Rávena 1.581; Milán y Bolonia 1.583, y Trento 1.624.
A la muerte, sin sucesión, del último de los Flavios, Juan Andrés IX en 1.701, la Bula “Militantis Eclesial” otorgada por el Papa Clemente XI estableció entre otros privilegios otorgados a la Orden Constantiniana, la sucesión dinástica en el Gran Magisterio a favor del primogénito de la dinastía de los Farnesio. Así se estableció la primogenitura Farnesiana en virtud de la cual el Gran Magisterio de la Orden fue mantenido ininterrumpidamente por Francesco I Farnesio, Duque de Parma, hasta S.A.R. el príncipe don Pedro de Borbón, actual Jefe de la Casa Real de las Dos Sicilias.
Nuevamente, la muerte sin descendencia, tanto del Duque Francisco Farnesio como de su hermano y sucesor el Duque Antonio en 1.731, último varón de la dinastía, hará recaer el Gran Magisterio de la Orden Constantiniana en una nueva Casa Real, en este caso la Casa de Borbón de España, debido al matrimonio de la princesa Isabel, hija de Eduardo Farnesio, hermana mayor de los dos últimos duques muertos, que desde 1.714 era reina de España tras haberse casado con Felipe V. De este matrimonio nacieron seis hijos, el primero de los cuales, el infante don Carlos de Borbón y Farnesio, fue designado heredero de los Estados Ducales de Parma y, como primogénito varón de la dinastía que se extinguía con su madre, también del Gran Magisterio de la Orden Constantiniana de San Jorge.
El rey Carlos, al convertirse en 1.734 Rey de Nápoles y Sicilia, transfirió la sede de la Orden a Nápoles manteniéndola como un bien separado de la Corona. El 12 de mayo de 1.738, el Papa Clemente XII aprobó mediante una bula la asunción del Gran Maestrazgo por parte de Carlos.
Años después, en 1.759, el rey Carlos hereda la Corona de España y, según lo estipulado por el Tratado de Nápoles, hubo de renunciar a los reinos de Nápoles y Sicilia en su hijo Fernando a quien dio , el 6 de octubre de ese mismo año, todos los bienes alodiales italianos y lo invistió como Gran Maestre Constantiniano, dignidad transmisible ésta a los hijos varones primogénitos.
Esta sucesión constantiniana fue confirmada por el Papa Clemente XIII con el monitorium del 19 de diciembre de 1.763, que concedió a la Orden nuevos privilegios. El ya rey, Fernando IV, transfirió la sede del Gran Priorato de Parma a Nápoles en 1.768, y el Papa Pío VI, mediante la Bula Reum Humanarum condicio, de 24 de marzo de 1,777, reconoció nuevamente la sucesión del Gran Maestrazgo en Fernando IV.
A Fernando IV, luego I de las Dos Sicilias, le sucedieron en el Gran Maestrazgo de la Orden todos los reyes de las Dos Sicilias, en primer lugar su hijo, Francisco I, que fue Gran Maestre de la Orden desde 1.825 a 1.830, el cual incrementó de manera notable el número de miembros de la Orden, accediendo tanto a caballeros italianos como españoles, franceses, alemanes y austriacos, incluso a un americano, lo que confirió a la Orden un matiz mucho más internacional.
Fernando II sucedió en el Gran Maestrazgo de la Orden, en 1.830, a su padre y su reinado se vio enturbiado por la inestabilidad de la revolución que recorría toda Italia. Fernando II protegió al Papa Pio IX en Gaeta, ciudad donde él mismo se había retirado en 1.848. Fernando II fallece en 1.859 y le sucede su hijo Francisco II quien será derrocado finalmente del trono por los revolucionarios de Garibaldi, un año más tarde.
Tras la unificación italiana se siguió confiriendo el ingreso de la Orden a ejemplo que habían hecho los príncipes Angelo Comneno, sin estar ligada la soberanía territorial alguna a la Orden sino a un Patronato Familiar unido a la primogenitura descendiente del Rey Fernando I de las Dos Sicilias, hecho que permitió la supervivencia de la Orden tras la caída de la monarquía y la creación del Reino de Italia en 1.860.
Tras la muerte de Francisco II, último rey de las Dos Sicilias, en 1.894, le sucedió su hermano, el príncipe Alfonso, Conde de Caserta, quién impulsó un nuevo renacimiento de la Orden publicando una versión abreviada de los estatutos y nombrando un nuevo Gran Prior junto al nombramiento papal de un Cardenal Protector de la Orden, que confirió extensos privilegios sobre todo a los capellanes de la misma.
En 1.913 la Sacra y Militar Orden Constantiniana participó en la conmemoración del XVI Centenario del Edicto de Milán, por Constantino, y el Papa San Pio X otorgó a la Orden una capilla en la basílica romana de la Santa Croce al Flaminio, cerca del puente Milvio donde los enemigos de Constantino habían perecido en las aguas del Tíber en la famosa batalla del puente Milvio. Entre los Caballeros que contribuyeron destacadamente a la construcción de esta capilla se encontraba monseñor Eugenio Pacheli que sería elevado luego a la Cátedra de Pedro como Pio XII.
La capilla constantiniana de la Orden se encuentra decorada con un magnífico mosaico situado sobre el altar mayor, dedicado a San Jorge, y en ella se celebran anualmente las principales fiestas y actividades de la Orden Constantiniana.
Tras la muerte del Conde de Caserta en 1.934, su hijo Fernando Pío, nuevo Gran Maestre, promulgó unos nuevos estatutos de la Orden, los cuales aún preveían que la Santa Sede pudiera nombrar un Cardenal Protector, aunque tal nombramiento nunca volvería ya a hacerse. Estos estatutos, con alguna ligera reforma en lo tocante a los grados de la Orden, siguen siendo fundamentalmente, a día de hoy, el funcionamiento actual de la Orden.
Nuevamente, a la muerte de Don Fernando Pío, Duque de Calabria, ésta sin descendencia, se plantearon nuevos problemas en la sucesión del Gran Magisterio.
El siguiente en la línea sucesoria por nacimiento era el príncipe Don Carlos Tancredo de las Dos Sicilias, Infante de España desde su matrimonio con la hermana de Alfonso XIII, entonces Princesa de Asturias.
Antes de casarse, con la entonces heredera al trono español, Don Carlos tuvo que renunciar explícitamente a suceder a la Corona de las Dos Sicilias, en lo que se conoce como el acta de Cannes, firmada el 14 de diciembre de 1.900. No obstante, el nacimiento de un primer hijo varón del Rey Alfonso XII, en 1.907, dejó sin efecto cualquier posibilidad de que el infante Don Carlos se convirtiera en consorte de la reina, por lo que los requerimientos del Acta de Cannes nunca llegaron a efecto.
El 7 de enero de 1.960 muere en Baviera el Duque de Calabria, Don Fernando Pío y le sucede como Gran Maestre el príncipe Don Alfonso de las Dos Sicilias , hijo del infante Carlos Tancredo. Este hecho produce una tensión en la Orden ya que una parte de los miembros de la misma invocan una interpretación singular del Acta de Cannes de 1.900 y reconocen a Don Rainiero de las Dos Sicilias, su tío, único hijo varón del Conde de Caserta, quien asume el título de Duque de Castro.
Si bien las dos ramas de la Casa de Borbón; la de los Reyes de España y la de los Duques de Parma, y otras muchas casas reales europeas, reconocieron inmediatamente a Don Alfonso como Gran Maestre y Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias.
El 28 de junio de 1.960, Don Alfonso, junto a su Real Familia, fueron recibidos en audiencia privada por S.S. San Juan XXIII, y como Gran Maestre asistió a una ceremonia de la Orden en la capilla Constantiniana de San Jorge, en la basílica de la Santa Croce, en Roma, y celebró varias reuniones de la Real Diputación. Pero todo ello se vio fallido por su temprana muerte, en 1.968, la cual puso fin a un período de gobierno aún incipiente y muy próspero para la Orden.
Se produjo entonces un nuevo relevo en el Gran Magisterio al suceder el príncipe Juan Carlos de las Dos Sicilias, quien ya era Gran Prefecto de la Orden y Presidente nato de la Real Diputación.
Don Carlos casó en 1.965 con S.A.R. Doña María de Orleans, Princesa de Francia, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos: SS.AA.RR. las princesas Doña María Cristina, Doña María Paloma, Doña Inés, Doña Victoria de las Dos Sicilias y S.A.R. el Príncipe Don Pedro.
Su prolongado magisterio al frente de la Orden Constantiniana representa la plena adaptación de la Orden a la realidad de un mundo cambiante y confrontado a desafíos globales.
Don Carlos fijó de manera estable la estructura de la Orden y ésta fue reconocida tanto por la Santa Sede, como por la República Italiana, el reino de los Países Bajos, Méjico, o Estados Unidos, entre otros, y mención especial cabe hacer al reconocimiento extraordinario del reino de España, donde radica actualmente el Gran Magisterio.
El Duque de Calabria era a su muerte, acaecida el 5 de octubre de 1.915, el decano de los Caballeros del Toisón de Oro, Infante de España, creado por S.M. El rey Don Juan Carlos I en 1.994, y Presidente del Real Consejo de las Órdenes Militares Españolas. S.A.R. Don Pedro de Borbón asumió, por un lado la Jefatura de la Casa Real de las Dos Sicilias y, como depositario de la primogenitura Farnesiana, asumió también el Gran Magisterio de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge. Está casado con S.A.R. Doña Sofía de Landaluce y son padres de siete hijos, estando con ello asegurada la continuidad en el Gran Magisterio de la Orden.
La Orden Constantiniana tiene una estructura a cuya cabeza se encuentra el Gran Maestre, en la actualidad como decimos Don Pedro de Borbón, el cual es la máxima autoridad en la Orden y gobierna, asistido por la Real Diputación y por un Consejo que emana de ella, supervisa, coordina la labor de las Reales Comisiones Territoriales y es fuente de todos los honores que emanan de la Orden. La Real Diputación es gobernada por el Gran Maestre, de cuyo seno emana el Consejo de Gobierno de la Orden. Los miembros de la Real Diputación son nombrados por el Gran Maestre y cesan en el momento del fallecimiento del mismo.
La Real Diputación la forman los siguientes cargos: El Gran Prefecto, que sustituye al Gran Maestre durante su minoría de edad, enfermedad o ausencia, y preside la Real Comisión; un Vice Gran Prefecto.
El Canciller, que tiene encomendada la custodia de todos los documentos correspondientes a los nombramientos de los caballeros y contrafirma los Decretos de Nombramiento; un Vice Gran Canciller; el Gran Prior, que ejerce funciones de Consejero Eclesiástico de la Real Diputación y tiene responsabilidad en la línea espiritual de la Orden y la supervisión directa de todos los capellanes de la misma; el Auditor General, que vela por el exacto cumplimiento de las disposiciones estatutarias de la Orden y, cada vez que detecte que caballeros constantinianos se comportan contrariamente a su deber caballeresco, tiene el deber de comunicarlo al Gran Prefecto a fin de que se tomen las medidas adecuadas; El Gran Tesorero, con el encargo de custodiar el dinero de la Orden, es el único autorizado para el manejo de los fondos de la misma; y el Secretario, que colabora con el Gran Canciller en la gestión de la Cancillería y en el despacho y correspondencia, así como custodia también los registros y los protocolos de la Orden, realiza las convocatorias de la Diputación y prepara las actas de sus reuniones y las del Consejo de Presidencia.
Todos estos son miembros natos de la Real Diputación, así como los presidentes de las Reales Comisiones y aquellos otros miembros de la Orden que por méritos excepcionales son nombrados Consejeros por el Gran Maestre. La Diputación tiene encomendados estatutariamente la supervisión de la organización general de todas las obras civiles y religiosas en conformidad con la finalidad de la Orden; proponer al Gran Maestre la petición de admisión de los caballeros y Damas que cumplan con los requisitos exigidos para su ingreso; formar el balance y administrar la Orden; deliberar sobre las cuentas y la gestión financiera, y establecer todo lo relativo al ceremonial de la Orden. En los distintos países donde se encuentra establecida la Orden, ésta cuenta con Delegaciones. En el caso de España, la Real Comisión de España está formada por: el Presidente, Excmo. Sr. Duque de Linares, Caballero Gran Cruz de la Orden; el Presidente de Honor, Excmo. Sr. Duque de Hornachuelos; el Vicepresidente Excmo. Sr. D. Javier Montes y Manzano; y el Secretario General, Ilmo. Sr. D. Daniel Aznar, todos ellos presentes en estas jornadas.
Dentro del territorio español se encuentran también las incipientes Delegaciones, que por el momento son: Delegación del Principado de Cataluña; Delegación de los antiguos Reinos de Aragón y Navarra y La Rioja; la Delegación del antiguo Reino de Valencia; la Delegación de Extremadura; la Delegación del antiguo Reino de Mallorca y la Delegación del antiguo Reino de Las Canarias. La Orden, actualmente, cuenta con más de tres mil miembros, distribuidos por la mayoría de los países, en sus grados de Caballero, Dama, y Eclesiásticos, que se estructuran en cuatro clases: Caballeros de Justicia; Caballeros Jure Sanguinis; Caballeros de Mérito, y Caballeros de Oficio.
A su vez cada clase se divide en los grados de Caballero, Dama, o Gran Cruz.
La Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge tiene también establecido, estatutariamente, unos uniformes de color azul constantiniano.
Uniformes que fueron aprobados por un Decreto Magistral de 12 de febrero de 1.912, para conmemorar el XVI Centenario del Edicto de Milán. Asimismo los Caballeros y las Damas de la Orden usan un Hábito de Coro en todas las ceremonias en las que se reúnen los Caballeros y Damas de la Orden.
La Orden constantiniana, que como hemos visto tiene una larga trayectoria histórica, está también muy asentada en la actualidad de este mundo y por ello se reconoce como una institución religiosa dedicada a impulsar acciones asistenciales, humanitarias, culturales y patrimoniales, acorde con los principios cristianos, objetivos éstos definidos desde un primer momento en los primeros artículos de la Orden y que buscan como misión principal la glorificación de la Cruz, la propagación de la fe y la defensa de la Santa Iglesia Romana.
Dentro de la acción social y entroncando con la dimensión histórica de la Orden, sus miembros acometen una acción solidaria de proximidad, participando y organizando campañas de recogida de alimentos, anuales; campañas de servicio a las personas sin hogar, o campañas de recaudación de fondos para hospitales, orfanatos o residencias de ancianos.
En el ámbito humanitario, las principales acciones que ha venido realizando la Orden se centran en actuaciones puntuales en respuesta a sucesos concretos, dentro si cabe de la medida de las capacidades de acción de la Orden Constantiniana, y principalmente colaborando con Cruz Roja, Cáritas, o la Fundación Pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada, principalmente durante los terremotos de Asis en 1997, del Aquila en 2009 y de Amatrice en 2017, y también a destacar un proyecto humanitario ante la crisis de refugiados de Oriente Próximo, derivada de las guerras de Irak y de Siria. La Orden Constantiniana desarrolla también su compromiso en el ámbito de la cultura, la educación y la promoción de la historia y las artes, mediante la organización de jornadas de formación, como estas que se celebraban en Zaragoza; exposiciones de pintura o fotografía, conciertos benéficos, Etc.
abe destacar en este punto la magnífica exposición que organizó en Barcelona, en 2.017, titulada Carlos de Borbón, de Barcelona a Nápoles, que tuvo lugar en el Archivo de la Corona de Aragón, que muchos pudimos visitar, y que se enmarcó dentro de los actos conmemorativos del III Centenario dedicado al Rey Carlos III. Asimismo la orden Constantiniana, en éste ámbito, concede también becas de estudios para escolares o estudiantes con recursos limitados.
Finalmente, pero no por ello menos importante, y fiel a su naturaleza religiosa, uno de los aspectos fundamentales en la vida de la Orden Constantiniana es, ante todo, la participación en el culto por parte de sus miembros. Los Caballeros, Damas y Eclesiásticos participan en la vida religiosa de sus ámbitos geográficos, tanto en su aspecto espiritual como en el litúrgico, celebrando las grandes solemnidades que le son propias a la Orden como la festividad de San Jorge o la exaltación de la Santa Cruz.
Dio término a su ponencia Carlos de Corbera con las siguientes palabras: “Concluyo ya esperando que con esta visión resumida de la historia de la Orden Constantiniana la podamos sentir más cerca y atractiva y, al igual que Constantino, llevar siempre grabado en nuestros corazones esta empresa con el lema de Con este Signo Vencerás que es carisma y fortaleza de todos los Caballeros y Damas Constantinianas“.
A continuación, después de un breve acto social en el céntrico restaurante Tibur, tuvo lugar un sencillo pero emotivo acto de homenaje al primer Duque de Montemar en la Basílica del Pilar. En la capilla de San Joaquín de la Santa Iglesia, donde se encuentra su sepulcro, la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge quiso, con la entrega de un bonito centro floral, rendir homenaje al héroe de Bitonto, cuyo papel fue decisivo en la conquista del reino de Nápoles, y en consecuencia en el nacimiento de la Monarquía de las Dos Sicilias.
He aquí una reseña histórica acerca del personaje: D. José Francisco Carrillo de Albornoz y Montiel, Esquivel y Guzmán, III Conde de Montemar y I Duque de Montemar, nació en el Reino de Sevilla el 8 de octubre de 1.671 y murió en Madrid el 26 de junio de 1.747.
Ostentó los siguientes títulos y cargos: Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, de la Real de San Jenaro, y Comendador de Santiago. Gentilhombre de Cámara del Rey de España y del Rey de las Dos Sicilias. Generalísimo de los Ejércitos de la Católica Majestad de Felipe V de España en Italia, Virrey de Sicilia y Capitán General de Cataluña.
Fue un destacado militar español que llegó a desempeñar el cargo de Virrey de Sicilia. Hijo de Francisco Carrillo de Albornoz Esquivel y Guzmán (Sevilla, 18 de junio de 1.639), II conde de Montemar, coronel de guardias, director general de la caballería de España, general del Ejército de Orán, caballero de la Orden de Santiago, y de su primera mujer, Leonor de Montiel y Segura, hija de Federico de Montiel y de Isabel de Segura.
Fue Comendador de Moratalla en la Orden de Santiago y segundo coronel del Regimiento de Caballería de Montesa desde 1.706 (21 de agosto), ascendido a brigadier al año siguiente (7 de septiembre); en ese mismo año de 1.707 sucedió en el condado de Montemar y en 1.710 participó con el cargo de mariscal en la batalla de Villaviciosa, en el marco de la Guerra de Sucesión Española, peleando en el bando felipista.
Ocupó en dos ocasiones la Capitanía General de Cataluña entre 1.722 y 1.725, siendo sustituido en el cargo por Guillermo de Melun, marqués de Risbourcq (1.725-1.735), pero ocupándolo interinamente en 1.726 por deseo del rey. En ese mismo año fue nombrado Capitán General de la Costa de Granada.
El 4 de abril de 1.731 fue nombrado capitán General de los Reales Ejércitos, y también sirvió como coronel de las Reales Guardias de Infantería Española, así como director general de la Caballería de España desde 1.732.
Detallamos ahora lo que fue su papel en la Expedición Española a Orán, en 1.732: Se le confía el mando de la expedición contra la costa de África, en concreto tomar Orán en 1.731. Un ejército entre 27 y 28 mil hombres, con ellos 23 generales, 19 brigadieres, clero castrense, juristas, médicos, cirujanos y practicantes, 123 jefes y oficiales, (entre ellos la plana mayor de artillería e ingenieros) y más de 30 títulos del reino. Tal contingente causaba asombro por la multitud de banderas juntas cubriendo el Mediterráneo. Su escuadra salió de Alicante, siendo el comandante supremo de la flota el veterano oficial de la Armada, Francisco Javier Cornejo, con un transporte de 600 velas y división de galeras, con 110 cañones y 60 morteros. Tras su desembarco en las proximidades de Orán, con 500 lanchas cargadas de granaderos, fueron hostigados por 2000 jinetes moros. Una vez desembarcados todos los hombres comenzaron a tomar posiciones, como la de Monte Santo, lo que atemorizó a los defensores de Orán, que la abandonaron, y así fue tomada por los españoles con sus cinco fortines, 138 cañones y 7 morteros y abundante munición intactos. En el puerto (Mazalquivir) se capturaron una goleta y 5 bergantines corsarios. Una vez tomada y asegurada la plaza, se dejó con 8000 infantes y un regimiento de caballería. La reacción de los moros no se hizo esperar, y atacaron en Orán el castillo de San Andrés. En 1.732 fue nombrado caballero de la Orden del Toisón de Oro para premiar su papel en la campaña de Orán.
Ahora vamos con su participación en Italia (1732-1734 y 1741-1742). Participó en la batalla de Bitonto (25 de mayo de 1734), donde arrebató a los austriacos las plazas de Nápoles y Sicilia, que habían pertenecido a la Corona de España hasta 1.700, en provecho de los Borbones. En agradecimiento a los servicios prestados en esta batalla, Felipe V elevó en 1.735 el condado de montemar a ducado, añadiéndole la grandeza de España, por Real Cédula de 20 de mayo de dicho año.
Posteriormente sirvió como secretario del despacho de Guerra desde 1.737 a 1.741. A punto de estallar la Guerra de Sucesión Austriaca, se le da el mando sobre el ejército de Barcelona.
Sin embargo, la desgracia en que había caído el héroe de Orán y de Bitonto quedó patente en los discretos funerales que se le tributaron. Tras su advenimiento al trono español, Carlos III de Borbón se ocupó de rendir al duque de Montemar los honores acordes a sus servicios, disponiendo y financiando su sepultura en el Pilar de Zaragoza.Seguidamente, sin abandonar el templo, tuvo lugar una preciosa ceremonia en el camarín de la Virgen, espacio sagrado por excelencia, para todos los aragoneses.
Allí, la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge hizo ofrenda de un precioso manto de la Orden a la Virgen del Pilar, que vistió la imagen de nuestra Señora durante el resto de la jornada.
Reproducimos íntegramente la alocución de S.A.R. Don Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, Duque de Calabria; Conde de Caserta; Gran Maestre de la Sacra y Militar Orden Cosntantiniana de San Jorge, en ocasión de la ofrenda e imposición del manto de la Orden a la Sagrada Imagen de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, el 23 de marzo de 2.019.
Muy Ilustre Señor Canónigo, el 11 de agosto del año 1.723, el Papa Inocencio XIII, el mismo que concedió a los Grandes Priores de nuestra Orden el insigne privilegio de ordenar sacerdotes, satisfizo por fin un antiguo deseo del municipio de Zaragoza, de las antiguas Cortes de Aragón, del Cabildo Metropolitano y de los reyes, al conceder oficio litúrgico propio a la Virgen del Pilar para el día 12 de octubre. Otro Romano Pontífice, de feliz recordación, el venerable Papa Pío XII, Baylio Gran Cruz de Justicia que fue de nuestra Sacra Milicia concedió el rango de basílica menor a este templo que hoy con generosidad nos acoge. Según una antiquísima y piadosa tradición, María, cuando aún vivía, se apareció en carne mortal y confortó al apóstol Santiago, que predicaba el Evangelio junto al río Ebro a su paso por Zaragoza.
Ella alentó a Santiago en el comienzo de los duros inicios de su misión.
La propagación de la fe, junto con la Glorificación de la Cruz y la defensa de la Santa Romana Iglesia, es también nuestra finalidad, consagrada en nuestros Estatutos. El Pilar de Zaragoza-dijo San Juan Pablo II en esta preciosa ciudad el 6 de noviembre de 1.982- ha sido siempre considerado como símbolo de la firmeza de la fe de los españoles. Los cristianos, como María, tenemos el reto de acoger a todos, especialmente a los pobres y a cuantos sufren. La pobreza y el sufrimiento humano, como bien sabemos, tienen muchos rostros y muchos nombres: desempleo, drogadicción, alcoholismo, fracaso familiar, inadaptación social, abandono a los ancianos, mujeres maltratadas, niños abandonados…Ninguno de éstos puede encontrar cerrada la puerta de una comunidad cristiana. La fe está viva cuando se traduce en obras de caridad constante, en responsabilidad personal en la familia, en el trabajo, en la participación social y ciudadana.
Postrados ante Nuestra Señora, le pedimos que nos ayude a contribuir a crear una sociedad cimentada en la Verdad, que se edifique en la Justicia, se sustente en la Libertad y se comunique en el amor. Desgraciadamente, hoy, nuestra fe se tambalea muchas veces ante las dificultades que sentimos para vivirla en medio de un mundo cambiante que muchas veces da la espalda a Dios; por eso necesitamos en estos momentos elevar nuestra mirada y nuestro corazón a María, la mujer fuerte, firme, creyente, especialmente en los momentos de dolor. Cuando cunde el desánimo y la desesperanza, cuando muchos creen que no se puede hacer nada y que no merece la pena trabajar y esforzarse por un mundo nuevo y mejor, María es la mujer que espera en Dios, también cuando parece que la esperanza se queda sin cimientos. La esperanza, atraviesa el espesor de las tinieblas, María elevada en cuerpo y alma a los cielos, nos precede como la primera cristiana salvada. Ella nos empuja, mientras peregrinamos, a superar el cansancio, el fracaso, el pecado y la misma muerte, porque María permanece entre nosotros como la columna que guiaba día y noche al pueblo en el desierto.
Hoy quisiéramos arrodillar nuestra alma a los pies de Santa María y pedirle a Nuestra Señora que cuando llegue el día de la ira, en que nuestro Señor, Justo Juez, nos llame a Su presencia, quiera alargarnos la mano , una mano fuerte y suave como la de todas las madres, y quiera cubrir la desnudez de nuestra alma y la multitud de nuestras culpas con su manto maternal, el mismo manto que hoy devotamente la ofrecemos, para que el Señor, Justo Juez, quiera ser para nosotros Padre de Misericordia y Dios de toda consolación. Pidamos a María, bajo la dulcísima advocación del Pilar, que nos ayude a ser firmes en la fe, a pesar de las dificultades, que nos sintamos y mostremos seguros en la esperanza en la persona de Cristo y en su mensaje, y constantes en la vivencia del amor a Dios y a los hermanos.
Santísima Virgen del Pilar, ruega por nosotros.
Reconfortados después de esta fervorosa ceremonia abandonamos la basílica dando por concluidos los actos de la sesión matinal de la primera jornada de formación, organizada, como el resto de los actos, por la Delegación de los antiguos Reinos de Aragón y Navarra y La Rioja, que está formada por los siguientes Caballeros y Damas: Ilmo. Sr. D. Luis Doncel y Paredes. Caballero Jure Sanguinis. Delegado; Ilmo. Sr. D. Carlos E. De Corbera y Tobeña. Caballero Jure Sanguinis.
Secretario; Excmo. Sr. D. Pedro de Sancristoval y Múrua. Caballero de Justicia. Conde de Isla; Ilmo. Sr. D. Ricardo Fernández García, Caballero de Mérito; Ilmo. Sr. D. Alberto García Mir. Caballero de Mérito; Ilmo. Sr. D. José del Guayo y Lecuona. Caballero de Mérito; Ilmo. Sr. D. Juan Manuel Nadal García. Caballero de Mérito; Ilmo. Sr. D. Francisco Pérez González. Caballero de Mérito; Ilmo. Sr. D. Gonzalo Vázquez de Lajudie. Caballero de Mérito; Ilma. Sra. Dña. María Teresa Villareal y Nogués. Dama de Mérito; Ilmo. Sr. D. Rafael Villuendas Rodríguez. Caballero de Mérito; Revdmo. Sr. D. Francisco Pérez González. Capellán Gran Cruz de
Justicia. Arzobispo de Pamplona y Tudela.
Obligados a un necesario ejercicio de síntesis, dejamos aquí el primer reportaje sobre las V Jornadas de Formación y les emplazamos a la lectura del próximo trabajo informativo en el que trataremos de acercarles otros actos contenidos en las mismas.
Desde estas sencillas líneas de los Reales Tercios de España felicitamos ya a la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge por la brillante organización de los actos a los que nos hemos referido. Nos sentimos muy honrados y complacidos por la invitación de que fuimos objeto, y expresamos nuestro agradecimiento, especialmente, al Ilmo. Sr. D. Carlos E. de Corbera y Tobeña, por las infinitas facilidades que nos ha dado para la confección del presente reportaje.