Durante los pasados días 20 y 21 de junio de 2025, el Gran Priorato de España de la Sovereign Hospitaller Order of Saint John of Jerusalem Knights of Malta, organizó en la capital aragonesa, junto con la recién creada Encomienda de Zaragoza, varios actos en homenaje de su Patrón San Juan Bautista.
Se iniciaron el viernes día 20, a partir de las 19.30 horas, en la preciosa Iglesia de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, con la celebración de la Santa Misa oficiada por el R.V. Fernando Vallejo Agreda.
Asistieron, entre otras personalidades de la Orden, el Gran Prior de España, Pedro Martínez Delgado; Comendador de la Encomienda de Barcelona, Domingo Nadal Brallans; Comendador de la Encomienda de Madrid, Carlos Morante García; Comendador de la Encomienda de Zaragoza, Ricardo Falcón Lambán, y otros miembros de la Orden.

El Comendador de la Orden en Zaragoza, dio lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los corintios: hermanos, puesto que muchos se glorían de títulos humanos, también yo voy a gloriarme. A lo que alguien se atrevalo digo disparatando– también me atrevo yo. ¿Que son hebreos? También yo. ¿Que son israelitas? También yo. ¿Que son descendientes de Abraham? También yo. ¿Que son siervos de Cristo? Voy a decir un disparate: mucho más yo. Más en fatigas, más en cárceles; muchísimo más en palizas y, frecuentemente, en peligro de muerte. De los judíos he recibido cinco veces los cuarenta azotes menos uno, tres veces he sido azotado con varas.
Una vez he sido lapidado, tres veces he naufragado y pasé una noche y un día en alta mar. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, peligros de bandoleros, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos, trabajo y agobio, sin dormir muchas veces, con hambre y sed, a menudo sin comer, con frío y sin ropa. Y aparte todo lo demás, la carga de cada día; la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién tropieza sin que yo me indigne? Si hay que gloriarse, me glorío de lo que muestra mi debilidad.

El R.V. Fernando Vallejo, dio lectura del Santo Evangelio según San Mateo: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos, no atesoréis para vosotros tesoros en la tierra donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde esta tu tesoro allí estará tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz, si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti estará oscura, cuanta será la oscuridad.

Con estas palabras comenzó el R.V. Fernando Vallejo la Homilía. Queridos hermanos de la Orden Soberana de San Juan de Jerusalén, como todos los años, esta vez en el noviciado de Santa Ana, os congregáis para celebrar la festividad de San Juan Bautista y honrar a vuestro preceptor, que señaló a Jesús, “es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Sé de vuestro buen hacer, de vuestra caridad, sobre todo con los más necesitados. Damos gracias a Dios por todos los beneficios que otorgáis a las personas que no tienen. Siempre ha sido así en vuestra gran Orden, y no es previsible que el ser caballero muestre su grandeza, porque esas son cosas de los pobres, de los necesitados.
Hemos escuchado la palabra de Dios, que siempre es activa, y si la escuchamos con atención es posible que nos haga bien y nos llegue al corazón. Él decía “el afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias”. Para ser afligido hay que estar necesitado, solamente pide con la mano abierta el que no tiene. Por tanto os invito a ese acto de humildad, de sentirse necesitado.
Os digo que lo que tenemos que ver en esta vida no son los oropeles, sino la autenticidad del corazón, lo que nos espera ahí arriba. Ese implicar ser necesitado, todos estamos necesitados, solamente la soberbia nos aleja de la necesidad.
Después de la Eucaristía, tuvimos un espacio de feliz charla con las Hermanas del noviciado, verdaderamente enriquecedor, en el que aprovechamos para hacerle una mini entrevista a la Hermana María Luisa Belsué, que no hace mucho tiempo ha regresado de remotas tierras africanas. Vean.

Hermana Luisa, ¿nos puede decir donde, exactamente, ha estado usted ejerciendo su labor?. Concretamente he estado en Costa de Marfil, donde he vivido cuarenta y un años.
¿Cuál cree que ha sido su mayor aportación allí?. En Paris, antes de ir a África, me preparé en Teología Dogmática, y en Costa de Marfil he sido profesora de Teología, con los niños de la catequesis, con los seminaristas, con religiosos y religiosas, y también en la cárcel. Si, he trabajado con los presos y fue apasionante.

¿Qué le impulsó a regresar de Costa de Marfil y qué experiencia personal se ha traído usted de este país del África Occidental?. Allí he sido muy feliz y he disfrutado mucho de la naturaleza. Hace dos años que he regresado pero parece que fue ayer, he vuelto sin nostalgia, con un gran agradecimiento. Pero el paludismo me atacaba ya de tal manera que mi presencia hubiera podido ser ya más bien un problema que una ayuda. Tenía setenta y ocho años, ahora tengo ochenta, y pensé que era hora de volver.
Hermana, sabemos que la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana fue la primera institución religiosa que se “remango”, por así decirlo, y se puso a ejercer la caridad con mayúsculas en las calles, incluso en frentes de batalla. Desde esa perspectiva hospitalaria, queremos preguntarle ¿Qué percepción tiene usted, o qué valoración haría de la Soberana Hospitalaria Orden de San Juan de Jerusalén Caballeros de Malta?.
Yo no puedo juzgar esa institución mas que a partir del contacto que he tenido con ella. Para mi, han sido ustedes quienes han respetado a las personas a las que ayudaban, y han ayudado a promover la sanidad, hacerla subir en el país en el que yo he estado. A nosotras, allí donde yo estaba, a las Hermanas de la Sanidad, empezaron por construirles un dispensario, no grandioso pero muy decente, es decir, la dignidad acompañaba al hecho. Luego, nadie se enteró de lo que nos ayudaron en medicamentos, se desvivían por los enfermos. Entonces a mí, Hermana de la Caridad de Santa Ana que, aunque siendo de Enseñanza tuve que vivir siempre en una casa de Sanidad, respeto a la Orden de Malta porque hablan de enfermos, pero es que es una manera de tratar a los enfermos y a los que cuidan de ellos que a mí me impresionó fuertemente.

¿Quiere añadir algo mas Hermana?. Que son ustedes muy buenos y que me alegro mucho de que estén aquí y hayamos podido celebrar con ustedes la Eucaristía, que es lo menos que podemos hacer, abrirles las puertas de esta que es su casa.

La Hermana Superiora de la Comunidad, Francisca Martínez, a solicitud del Gran Prior de la SHOSJ, Pedro Martínez, y dado que en la delegación visitante se encontraban personas de distintos puntos de España, hizo una semblanza general de la génesis de la Congregación, que nació como tal en el “Hospital Urbis et Orbi, Casa de los enfermos, de la ciudad y del mundo” el más antiguo de Zaragoza. El Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, hospital de convalecientes, se construye en 1425 y abarcaba desde la plaza España hasta la calle San Miguel. Conocido fue, incluso a nivel internacional, por su modernidad y por ser el primero que comenzó a tratar la Psiquiatría.
Al tiempo, debido a las necesidades del hospital, y conocedores de la existencia en Barcelona de unos grupos de voluntarias, que atendían muy bien a los hospitales, dirigidas espiritualmente por el Padre Juan Bonal, la Sitiada le pidió que reprodujese en Zaragoza lo que con tanto éxito funcionaba en su hospital.
De Barcelona vinieron doce Hermanas y doce Hermanos, a Zaragoza, dirigidos por el Padre Juan Bonal y la Madre María Rafols, quienes crearon la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, el 28 de diciembre de 1804, para atender a los enfermos del Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Así nació esta institución religiosa, hospitalaria y benefactora que, a día de hoy, se halla presente en Ghana, Costa de Marfil, Guinea, Congo, y Rwanda. Lo intentaron en Gabón, pero allí no cuajó por cuestiones políticas. Pero si está presente en Filipinas, India, China, Nepal, Rusia, Australia, Papúa Nueva Guinea y en 14 países de América latina, y lo bueno es que nacen vocaciones nativas.

En la actualidad, la institución cuenta con 242 comunidades, más de 300 centros en 29 países de los 5 continentes, 1752 Hermanas que, apoyadas por un numeroso grupo de laicos, transmiten el amor y la misericordia de Dios, estando atentas a las necesidades de quienes les rodean y cerca de los más vulnerables, en los diferentes campos donde trabajan, que son Educación, Sanidad, y Acción Social.
Pedro Martínez, Gran Prior de la Orden en España, se interesó por conocer en qué medida podría colaborar la SHOSJ prestando ayuda en alguna de las actividades que la Congregación desarrolla a nivel local.
Francisca Martínez, Hermana Superiora de la Comunidad, informó que disponen de una ONG, la Fundación Juan Bonal, con sede actualmente en la esquina de la calle San Miguel con Santa Catalina, que canaliza las ayudas hacia los diferentes proyectos.
La Hermana Francisca resaltó lo siguiente, “lo bueno que tiene esta ONG es que, euro que entra ahí, euro que va a los destinatarios, porque lo que son salarios lo asume todo la Congregación”. La Hermana Mª Luisa Belsue añadió, “he hablado recientemente con la Directora, una monja colombiana, y me ha dicho que están ahora con la Orden de Malta, con un proyecto en la República Democrática de Congo”.
Ricardo Falcón, Comendador de la Orden en Zaragoza, señaló que no todas las ayudas tienen por que ser económicas, sino que la Orden puede colaborar también de otras formas, por ejemplo y teniendo en cuenta los campos en los que trabaja la Congregación, a saber la educación y la Sanidad, la Orden puede prestar ayuda, por ejemplo, en formación sanitaria, puesto que algunos sus miembros son médicos o profesores. Hay quedó la idea.

Este reconfortante espacio de diálogo con las Hermanas de la Caridad de Santa Ana se prolongó hasta finalizada la tarde y la Delegación de la SHOSJ, abandonó el noviciado con el alma y el espíritu elevados.
Posteriormente, los miembros asistentes de la Orden, junto con algunos simpatizantes, celebraron una cena de hermandad en un conocido establecimiento de restauración situado en la Plaza del Pilar, junto a la Basílica.

Al siguiente día, 21 de junio sábado, continuaron los actos en la Iglesia de San Juan de los Panetes, templo de culto católico, de estilo barroco, situado junto a la Plaza del Pilar, y el Torreón de la Zuda, en el que destaca su torre inclinada. En 1725 finalizó su reconstrucción, llevada a cabo para sustituir la destruida Iglesia de la Orden de San Juan de Jerusalén. La iglesia está catalogada como Bien de interés Cultural y monumento nacional. Es sede de las comunidades latinas.
En el presbiterio del Altar Mayor, ricamente adornado con bellos centros florales, se dispusieron las Banderas de la Orden y una mesa de conferencias, compuesta por las siguientes personalidades de la SHOSJ: Gran Prior de la Orden en España, Pedro Martínez Delgado; Comendador de la Orden en Zaragoza, Ricardo Falcón Lambán; Caballero de la Orden Juan Minguez Morales, (Encomienda de Zaragoza) y el Caballero Manuel Grao Rivas, (Encomienda de Zaragoza).
En el desarrollo de los actos, ejerció como Maestro de Ceremonias el Caballero Juan Mínguez Morales, que inició su intervención con estas palabras. Queridos amigos, Damas y Caballeros de la Orden, gracias por acompañarnos hoy aquí, en Zaragoza, en un día muy especial para todos nosotros.
Hoy celebramos la festividad de San Juan Bautista, patrón de nuestra Orden. Pero también es una jornada histórica porque presentamos oficialmente la Encomienda de Zaragoza de la Soberana Hospitalaria Orden de San Juan de Jerusalén, Caballeros de Malta.

Esta no es solo una celebración, sino el comienzo de un camino y con este acto iniciamos un ciclo de actividades que, a partir de ahora, se celebrarán cada año en distintas ciudades de España en las que la Orden de San Juan dejó su impronta. Así, miramos el pasado con respeto, y al futuro con esperanza. Y qué mejor lugar para comenzar que aquí, en Zaragoza.
La Orden de San Juan de Jerusalén comienza su andadura alrededor del año 1080, como hospital de peregrinos en Jerusalén. En 1113, el Papa Pascual II reconoce oficialmente la institución como una Orden Religiosa Hospitalaria. En 1126, adoptamos como emblema la cruz de ocho puntas, conocida hoy en todo el mundo como la Cruz de Malta, símbolo de fe, valor y servicio.
A lo largo de los siglos, la Orden ha mantenido su vocación inquebrantable: servir a los enfermos, los pobres y los necesitados, sin distinción de raza, credo u origen. Ese espíritu nos guía también en nuestros días. Esa es nuestra verdadera misión: servir.

El lugar elegido para este acto no podría ser más apropiado. La Iglesia de San Juan de los Panetes es un entorno privilegiado, lleno de significado para nosotros. Aquí, entre los siglos XII y XIII, se levantó una iglesia románica en los terrenos donde se estableció la Encomienda de la Orden en Zaragoza.
Aunque aquella iglesia fue destruida por un incendio a comienzos del siglo XVI, en ese mismo año se inició la construcción del edificio que contemplamos hoy, cuyas obras se prolongaron hasta 1725, en pleno esplendor del barroco en la ciudad. Aún podemos contemplar un crismón que, según los expertos, procede del templo románico original: es el único vestigio visible que permanece de aquel primer edificio. También podemos observar varias cruces de Malta incrustadas en el suelo de la iglesia, símbolos perennes de nuestra presencia histórica.
Esta iglesia está incluida en el Catálogo de Patrimonio del Estado, y desde 1933 ha sido declarada Bien de interés Cultural con categoría de monumento. No es solo un templo, es una parte viva de nuestra historia.

Hoy queremos mirar hacia atrás para recordar con gratitud, pero también hacia delante, para comprometernos con el presente. Que este sea el primer paso para reactivar la presencia viva de la Orden en Aragón. Que San juan Bautista nos acompañe en este camino, y nos inspire a seguir trabajando por los demás con humildad y entrega.
A continuación, vamos a escuchar a tres Caballeros que van a compartir con nosotros parte de la esencia de esta jornada. En primer lugar, el Caballero Pedro Martínez, Gran Prior de España, nos presentará la figura de San Juan Bautista, cuyo nacimiento– el 24 de junio conmemoramos hoy con solemnidad. A continuación el Caballero Manuel Grao nos hablará sobre uno de los más notables Grandes Maestres de nuestra historia: el zaragozano Juan Fernández de Heredia, figura clave del siglo XIV y referente cultural de su tiempo. Y finalmente, el Caballero Ricardo Falcón, Comendador de Zaragoza, dará a conocer el proyecto que impulsará nuestra presencia activa en esta tierra: el programa hospitalario “Memoria de los pueblos”, una iniciativa de carácter solidario, histórico y territorial.
Para finalizar, agradecer a los Caballeros sus intervenciones. Y les recordamos que están todos invitados a acompañarnos en el vino español, que se celebrará en el Hotel Tibur, justo al otro lado de esta plaza. Muchas gracias por estar aquí. Es un honor caminar junto a vosotros.
A continuación, tomó la palabra el Gran Prior de España, Pedro Martínez y esta fue su intervención. Caballeros y Damas de la Orden, Señoras y Señores. Permítanme en primer lugar expresar mis deseos de recuperación al Caballero Jan Frey, Hospitalario del Gran Priorato de España, quien, según estaba anunciado, les iba a glosar algunos aspectos de la figura de San Juan Bautista, el santo patrón de nuestra Orden. Por enfermedad no puede compartir con nosotros esta celebración así que se tendrán que conformar con la parquedad de mis palabras, aunque espero que entre todos aprendamos, tal vez, algo nuevo hoy.
San Juan Bautista está en el origen de nuestra vocación y en la esencia misma de nuestra misión que puede concretarse en cuatro acciones: SERVIR a los pobres, CUIDAR a los enfermos, ACOGER al peregrino, DEFENDER al desamparado. Fíjense que les hablo de cuatro acciones dirigidas al prójimo, que tienen en el prójimo el objeto y el sujeto de la acción. Esto es importante tenerlo en cuenta: cada acción está vinculada a un prójimo. No hablamos de “Recaudar dinero para” o de “Construir establecimientos que” ni tampoco de ninguna otra acción que no esté supeditada directamente a personas. Luego volveremos sobre esta cuestión.

Les he comentado al inicio de mi intervención que hoy celebramos la festividad de San Juan Bautista, el patrón de la Soberana Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Seguramente se habrán preguntado por el motivo de este patronazgo. ¿Qué relación tiene San Juan Bautista con unos Caballeros que combinan la espada con el bálsamo? ¿Qué tienen de común el profeta del desierto con la Orden de la Compasión? Seguramente encontrarán muchas explicaciones a las cuestiones que acabo de formular. Yo me permitiré aportarles tres que, a mi entender, son determinantes. En primer lugar la HOSPITALIDAD, como preparación del camino. Esto debe ser entendido como la renuncia al protagonismo propio allanando el camino del otro. En segundo lugar, la FIDELIDAD hasta el final de la defensa de la Verdad. Esto refiere de forma directa a no callar ante las injusticias. En tercer lugar, la HUMILDAD del siervo. Nuestra Orden es humilde. Esto es el desapego a lo material y las vanidades.
Como ven es un camino exigente el del Caballero Hospitalario, prueba de ello es el final de San Juan Bautista en su defensa acérrima de la verdad. Escena sobre la que el pintor Caravaggio, también Caballero del Hospital, nos dejó una obra extraordinaria en la Co-Catedral de San Juan, en la Valeta. “La decapitación de San Juan”.
Este camino, que supone una vía recta, no es otro que el de librar en vida el Buen Combate, en palabras de San Bernardo, inspirador de la Orden del Temple y redactor de su primera regla. El apóstol Pablo la explicaría a Timoteo su significado (4:7): “He librado hasta el final el buen combate, he acabado mi carrera, he mantenido la fe”. “He preservado aquello que depositaron en mí”.

El Buen Combate nos habla de las personas con fuertes convicciones, pensamientos coherentes y voluntad inquebrantable. El Buen Combate no habla de ganar o perder, sino de la forma de hacer las cosas, de la manera correcta de hacer las cosas, de la única vía de hacer bien las cosas; de la, por lo general, ausencia de atajos.
Permítanme aquí que les alerte sobre un posible equívoco, sobre una trampa del lenguaje. Me refiero a las “fuertes convicciones” que, muchas veces, en lo relativo a las Órdenes Militares se confunde con pensamiento tradicionalista.
Hoy, aquí, estoy en disposición de asegurarles que, al menos en lo que a nuestra Orden concierne, les hablamos desde la vanguardia. Hoy les hablo con “fuertes convicciones” desde las vanguardias, que no son otros lugares en la geografía social que aquellos que se encuentran en los márgenes, donde habitan los pobres, los sintecho y los desamparados. Les aseguro que son lugares interesantes y recomendables.
El término “frontera” conduce a “hacia dentro”, a “reduccionismo”, y “hacia detrás”; mientras que “transgredir” conduce a “hacia fuera”, a “amplitud”, a “hacia delante”. Las fronteras de nuestras sociedades, de nuestras ciudades, son los márgenes en los que malviven los desahuciados de nuestra sociedad.
Moverse en esos márgenes, en las periferias de nuestras ciudades, es tomar contacto con elementos que nos transforman, ni que sea de forma remota e involuntaria; siempre añadiendo, nunca sustrayendo.
Les ruego que por un instante conduzcan su mirada alrededor de esta espléndida Iglesia de San Juan, hoy espléndidamente iluminada por la luz del mediodía del astro rey. Saben que esa luz blanca en el prisma se descompone en colores puros. Busquen, busquen alguno de esos colores puros hoy aquí. No los encontrarán. Tal vez en algún complemento plástico hecho por el hombre…Lo que se muestra hoy aquí a nuestros ojos es un espléndido y luminoso colorido quebrado, mezclado.
Regresemos a las convicciones, menos “puras”, espero, y más resultado de nuestras interacciones con el prójimo.
Para que las sociedades progresen, en su sentido humanístico, es imprescindible que se produzca un movimiento. Los movimientos nunca se producen en los centros confortables pero anticuados. Los movimientos culturales, artísticos, sociales o espirituales se producen y generan en los márgenes, en la vanguardia.
Juan el Bautista bautizaba en el Jordán.

Les ofrecemos ahora la intervención del Caballero Manuel Grao. Señoras y señores, muy buenos días. Les invito hoy a retroceder al siglo XIV, una época que solemos imaginar como oscura, turbulenta, marcada por las guerras, la peste y la crisis. Y, en efecto, lo fue. Pero como ocurre en muchos momentos de crisis, también fue una época de grandes personajes, de figuras complejas que desafiaron los límites de su tiempo. Uno de ellos fue sin duda Juan Fernández de Heredia, Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, aragonés universal, estratega político y uno de los primeros grandes mecenas humanistas de Europa.
Hoy quiero compartir con ustedes no solo los hechos de su vida, sino el sentido histórico de su obra. Porque Heredia fue mucho más que un jefe militar o un diplomático hábil: fue un puente entre la Edad Media y el Renacimiento, entre la espada y el libro, entre la cruzada y la cultura.
Heredia nació hacia 1310, en Munébrega, un pequeño lugar del Reino de Aragón, no lejos de Calatayud. Aunque no sabemos demasiado sobre sus primeros años, sí sabemos que pertenecía a una familia de la baja nobleza aragonesa, lo que le dio acceso a la formación militar, a las armas y a las redes de poder. Desde muy joven se integró en la Orden de San Juan, también conocida como la Orden Hospitalaria. Esta Orden, nacida en Jerusalén en el siglo XI, tenía una misión mixta: ofrecer hospitalidad a los peregrinos y defender la fe cristiana mediante las armas. Tras la caída de Jerusalén y la pérdida de los territorios cruzados en Tierra Santa, la Orden se había establecido en la isla de Rodas, que se convirtió en su bastión en el Mediterráneo oriental.
Heredia fue ascendido con rapidez, especialmente gracias a su lealtad a la Corona de Aragón y su participación en misiones diplomáticas. A lo largo de su carrera fue prior en varias partes del territorio hispano, lo que le dio experiencia en el gobierno y la administración. En 1371 fue nombrado Gran Prior de Castilla, y en 1377, con el respaldo del Papa de Aviñón Clemente VII fue elegido Gran Maestre de la Orden, el cargo supremo. El mundo en el que Heredia se movía estaba en plena ebullición. El Mediterráneo oriental, antaño controlado en parte por reinos cruzados, estaba cada vez más dominado por nuevas potencias: por un lado, el Imperio Otomano avanzaba por los Balcanes; por otro el sultanato mameluco de Egipto dominaba Tierra Santa. Las viejas aspiraciones de reconquista cristiana se veían cada vez más lejanas. Pero había todavía zonas de disputa. En Grecia, por ejemplo, la herencia de los cruzados aún persistía en forma de pequeños ducados y principados latinos. Uno de ellos era el ducado de Atenas, que había caído en manos de la Compañía Catalana de Oriente, un grupo de mercenarios provenientes de la Corona de Aragón, conocidos por su ferocidad y su autonomía. Años después, este ducado fue arrebatado por los navarros. Heredia intentó recuperarlo para la Orden, y se involucró profundamente en los asuntos griegos.
Entre 1379 y 1381, emprendió una campaña militar en Grecia, logrando ocupar varios territorios y establecer guarniciones. Sin embargo, su dominio fue efímero.
La falta de recursos, la complejidad política y la resistencia de otros poderes como los propios catalanes, los navarros, los venecianos o los turcos– hicieron imposible consolidar una presencia estable. No obstante, esta intervención fue significativa, demostró que la Orden de San Juan, bajo su liderazgo, aún tenía ambición de actuar como una potencia geopolítica cristiana.
Durante gran parte de su vida como Gran Maestre, Heredia residió en Aviñón, en el sur de Francia. Allí se encontraba uno de los dos Papas del Cisma de Occidente: el Papa Clemente VII, a quien Heredia apoyó. La Iglesia vivía una profunda fractura entre dos obediencias rivales Roma y Aviñón– y Heredia desempeñó un papel clave como intermediario y agente diplomático entre los reinos cristianos. Su labor política no se limitó a la Iglesia: actuó también como mediador entre el rey de Aragón y otros soberanos europeos, e incluso entre facciones enfrentadas en Italia. Su red de contactos era extensísima, y sabía moverse con agilidad en el juego de alianzas. Esta experiencia diplomática influiría decisivamente en su visión cultural: comprendía que el poder no se ejerce solo por la fuerza, sino también por la autoridad simbólica, por la cultura. Y es aquí donde Heredia se convierte en una figura realmente singular.
Instalado en Aviñón, Heredia puso en marcha lo que podríamos llamar una editorial principesca. Reunió a un grupo de eruditos, traductores, copistas e iluminadores y les encargó la traducción al aragonés– y a veces al latín– de un impresionante conjunto de obras clásicas, bizantinas y medievales. ¿Por qué?. Porque entendía que el conocimiento era una forma de poder. Sus encargos no eran meramente estéticos o decorativos. Heredia creía en el valor práctico y moral de la historia. Quería que los gobernantes, los caballeros, los líderes de su tiempo pudieran aprender de los ejemplos del pasado. Así, mandó traducir las obras de Tucídides, Plutarco, Tito Livio, Quinto Curcio Rufo, y también crónicas más contemporáneas como la Crónica de Morea o la historia de la Orden Hospitalaria. Estos libros, muchos de los cuales se conservan en manuscritos ricamente iluminados, no solo transmiten texto: son objetos de arte. Con márgenes decorados, escudos heráldicos, letras doradas, miniaturas exquisitas…Son reflejo del gusto de Heredia, pero también de su intención: educar, inspirar y elevar el pensamiento de los caballeros y gobernantes del siglo XIV.
No exageramos si decimos que Heredia fue uno de los primeros humanistas de Europa Occidental, anticipándose en varias décadas a figuras como Lorenzo de Médici. Fue un mecenas antes del Renacimiento, y lo hizo desde una orden religiosa-militar. Esto lo convierte en una figura excepcional.
Hay otro aspecto de Heredia que merece la pena destacar, y es su uso consciente del simbolismo heráldico. Como Gran Maestre, promovió una imagen poderosa de la Orden:
La cruz blanca sobre fondo negro, símbolo hospitalario, aparece repetidamente en sus manuscritos, en sellos, en esculturas. A ello se suma su escudo personal, que aparece fusionado con las armas de la Orden en varios códices. Para Heredia, el libro no era solo un depósito de conocimiento: era también un artefacto de prestigio. Como los tapices, las monedas o los frescos, los libros servían para proyectar una imagen de orden, cultura y de autoridad. Esto es especialmente interesante en el caso de alguien que lideraba una institución que, en teoría, era monástica: Heredia no fue un asceta ni un místico, fue un político culto, un estratega ilustrado.

Heredia murió en 1396, probablemente en Rodas, aunque algunos autores sostienen que su cuerpo fue trasladado posteriormente. Fue enterrado en la iglesia de San Juan, y su tumba, si bien hoy perdida, fue descrita por viajeros posteriores como imponente. Su figura cayó durante siglos en un relativo olvido, en parte porque el foco de la historiografía se trasladó a otros centros de poder, y en parte porque su legado cultural quedó disperso por bibliotecas europeas. Pero hoy podemos afirmar sin temor a exagerar que Heredia fue uno de los grandes constructores de cultura de la Europa tardomedieval.
Gracias a él, el Reino de Aragón pudo contar con una de las primeras bibliotecas humanistas del continente. Y gracias a su labor, los ideales de la caballería cruzada se combinaron por primera vez con los ideales del saber clásico. Juan Fernández de Heredia representa una idea que hoy nos resulta especialmente necesaria: la de que la cultura y la acción no son opuestas, sino complementarias. Que el liderazgo no debe basarse solo en la fuerza sino también en la inteligencia, la memoria, la historia. Fue un hombre de su tiempo, sí, pero también un hombre adelantado a su tiempo. En una Europa desgarrada por guerras y divisiones, Heredia apostó por los libros. En una cristiandad dividida, apostó por el diálogo. Y en una institución militar promovió la luz del conocimiento.
Por eso, al recordarlo hoy, no solo honramos a un caballero aragonés, sino a un verdadero constructor de puentes entre mundos. Entre Oriente y Occidente. Entre el pasado y el futuro. Entre la violencia y la sabiduría.
Por último, escuchamos la intervención del Comendador de Zaragoza, Ricardo Falcón, que fue así. Hemos escuchado una breve historia de lo que serían los orígenes de nuestra Orden, a cargo del máximo representante de ella en España, y ahora toca hablar un poco del futuro. ¿Cuál es el futuro, qué queremos para el futuro de nuestra Orden?. El hombre, la humanidad va cambiando. Fíjense como cambia que, de lo que los griegos buscaban en la Alleppeya (una parte de la filosofía que busca la verdad) nosotros en el siglo XXI donde nos encontramos hemos llegado a la posverdad, de la búsqueda de la verdad a ver que una mentira repetida se hace verdad. Estamos en esta sociedad que hemos creado nosotros y todos tenemos que partir de una memoria, esa memoria, ese futuro, es lo que nosotros queremos ir recuperando ahora para que sirva como base para un crecimiento, un desarrollo posterior y que pueda ser útil, que no se pierda.
Hay estudiosos que dicen que en cien años no quedará nada de lo que es la gráfica de hoy en día, se habrá perdido porque todos los ordenadores, todo lo que tenemos ahora de ciencia, de información, se perderá porque se destruye. ¡Cuantas veces vemos las fotografías de nuestros padres, de nuestros hijos cuando eran pequeños!. Pero hoy en día ¿Cuántos ven las fotos de sus hijos, cuando no es que se las hacen y al día siguiente ya se olvidan en el teléfono, en las memorias, y no se vuelven a ver?. Todo eso, que es inmaterial, se va perdiendo y se perderá. Entonces, nosotros tenemos el proyecto de la “Memoria de los Pueblos”, para recuperar esa memoria, recuperar esas vidas que hay en todo ese patrimonio inmaterial. Aquí al lado vive un señor que, hace unos 1520 años, hizo un estudio sobre lo que era la Guerra Civil, y fue por todos los pueblos del Bajo Aragón haciendo entrevistas a personas mayores que habían vivido la guerra. Todo eso, documentado, toda esa documentación, nos la van a pasar a nosotros también para que tengamos ya un principio, una base de toda esa memoria que en mucha gente se ha ido perdiendo, que muchos ya no nos acordamos de todo lo que pasaron nuestros abuelos, nuestros padres. Se está perdiendo porque no pasa a los nietos, y no hay memoria.

En un contexto que está ahí, de despoblación en todas las zonas rurales que hay en España, lo que llamamos la España vaciada y lo que es también lo que se llama la soledad no buscada, se corre el riesgo de perder no solo el tejido democrático, como está pasando, sino también todo el acerbo inmaterial que constituye la memoria de nuestras comunidades, los relatos, las costumbres, las expresiones lingüísticas propias de cada sitio. Todo eso se va perdiendo y son los últimos depositarios. Yo estuve una vez reunido en el sur de Italia con unos ancianos y empezaron a cantar unas cosas que se cantaban de siempre, y que ya no conocían los hijos. Lo mismo puede ocurrir aquí con muchas de las costumbres que tenemos en los pueblos, que se van olvidando y no quedarán.
Hay dos cosas importantes que vemos. Una primera es preservar esa memoria, individual y colectiva de los pueblos de España en riesgo de desaparición, mediante la creación de este archivo digital, colaborativo, accesible y abierto para que cualquier historiador, cualquier investigador que quiera, pueda ir a él a buscar lo que sea. Y después, como segunda parte y también para nosotros como hospitalarios, como personas que se dedican a los demás, es acompañar a esas personas mayores que aún habitan estos pueblos, combatiendo su soledad y reconociéndolas como portadoras de un legado especial y de incalculable valor. Es que son tantas y tantas cosas que se van a perder.
Es un proyecto éste que se inscribe de la mano de los programas de acción hospitalaria de la Orden Soberana de San Juan Caballeros de Malta, entendida como acogida y escucha, un cuidado integral de las personas mayores hoy en día más vulnerables. El programa tiene primero una fase de intervención, en la que cada participante mayor que se recoja recibirá un dispositivo de comunicación.

Un dispositivo tipo Alexa, Tablet, adaptado o similar, con conectividad mínima garantizada por la Soberana Orden Hospitalaria de San Juan. Una vez al día, o una vez a la semana, o una vez al mes, los voluntarios formados por la Orden conversarán con estas personas mayores durante un período de tiempo preestablecido, guiando charlas sobre la vida social en el pueblo, oficios tradicionales, fiestas ritos y celebraciones, canciones, refranes, oraciones, cuentos, lenguaje popular y expresiones locales, utilización de plantas, por ejemplo, particulares en cada sitio. Antes, en cada lugar, en cada pueblo, había un curandero, donde ibas y te quitaban un esguince en cinco minutos y volvías andando, y te curaban con las plantas y el secreto de las plantas, (citamos aquí, como reconocimiento, los casos de la curandera de Biscarrués o el curandero de la Puebla de Castro, por reflejar algunos ejemplos aragoneses). Todo eso ya no está, se ha perdido casi todo, los relatos de la vida cotidiana, la infancia, las migraciones, la guerra, la posguerra…
Después, todo eso va a un archivo digital y estas conversaciones se registran, con un previo consentimiento por supuesto, clasificadas y almacenadas por localidades, accesibles públicamente. Esta plataforma permitirá también, en cada población, incorporar aportaciones voluntarias de personas no residentes, descendientes o estudiosos, consultar el material por temas de esas ciudades, y palabras clave, y acceso multilingüístico adaptado a todos los públicos. La recolección y acompañamiento será llevado a cabo por voluntarios formados por la Orden, que podrían ser personas jubiladas o prejubiladas, estudiantes universitarios en prácticas, y agentes culturales o miembros de asociaciones locales.
Y tenemos como objetivos, primero el objetivo patrimonial, preservar la memoria oral y documental, como ya hemos dicho. Después, creemos el más importante, el aspecto humano y hospitalario, acompañar a personas mayores en zonas rurales y proporcionar un sentido de propósito, “soy testigo de algo valioso”. Que las personas mayores vean eso y sientan eso, que son valoradas, que poseen una riqueza que tienen que compartir. Son los testimonios que tenemos que reforzar, y ese tejido intergeneracional entre mayores, jóvenes y la sociedad digital.
Nuestras colaboraciones serían con la UNESCO, entidades europeas, administraciones públicas locales y autonómicas, y asociaciones rurales y de mayores, buscando el apoyo conjunto para todo esto. El presupuesto estimado para ello es de 79.700 euros. Eso tendrá que salir de las aportaciones de empresas, particulares, y acciones que se vayan haciendo por nuestra parte para ir recogiendo fondos para este proyecto.
¿Qué es lo que indicará si esto ha tenido éxito o no ha tenido éxito?, pues el número de personas mayores acompañadas semanalmente, el número de testimonios y horas de grabación recogidos, el número de pueblos documentados, el número de aportaciones ciudadanas externas, el alcance en redes sociales y visitas a la plataforma que se creará, y encuestas de satisfacción.

Es decir, la Memoria de los pueblos es más que un archivo, es un acto de hospitalidad, un rescate de la dignidad y la riqueza cultural de quienes aún guardan en su voz el testimonio de siglos de vida rural. Es un acto de justicia, memoria y comunidad, que la Soberana Orden de San Juan de Jerusalén Caballeros de Malta se compromete a liderar, buscando ayudas comprometidas con la memoria viva de España. Es obligación de todos proteger y preservar el patrimonio inmaterial de España, y dejarlo en las mejores condiciones para las generaciones futuras.
Tras las palabras del Comendador Ricardo Falcón, el relator Caballero Juan Mínguez, anunció la finalización del acto. El Gran Prior de España, Pedro Martínez, cerró la sesión con palabras de agradecimiento dirigidas a los Caballeros ponentes, miembros de la Orden asistentes, simpatizantes de la Orden presentes, así como al público que también acompañó a la Soberana Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén en esta celebración. Especial agradecimiento expresó a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, que asisten a la comunidad latina de Zaragoza en esta preciosa iglesia de San Juan de los Panetes, por abrir sus puertas a la Soberana Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén para la celebración del acto.
Posteriormente, la SHOSJ celebró una comida de hermandad en un céntrico restaurante situado en la plaza de la Seo, a los pies de la catedral.
Recopilación: Encomienda de Zaragoza Fotografía: Jesús Navarro