El pasado día 9 de marzo de 2018 asistimos en la capital aragonesa a la presentación del libro titulado “Zaragoza y la Academia General Militar“, obra del Coronel Silverio Cubero de Val.
Tuvo lugar a partir de las 12.00 horas en el patio cubierto del palacio de la antigua Capitanía General de Aragón, en acto presidido por el Comandante Militar de Zaragoza y Teruel, GB. Luis Lanchares Dávila, a quien acompañaban en la mesa el Director Territorial del Banco Santander, en Aragón, Navarra y Rioja, Javier Gallardo Maroto y el propio autor de la obra.
Asistieron dos representaciones de la Guardia Civil y también estuvo representado el Centro Universitario de la Defensa en la persona de su Director Antonio Elipe Sánchez, así como CEPYME Aragón, representada por Aurelio López de Hita.
Entre las numerosas personalidades asistentes pudimos ver al Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza, Luis Navarro y Elola, y al profesor e historiador Guillermo Fatás Cabeza.
Los Reales Tercios de España estuvieron representados por Manuel Grao Rivas, Jefe de Relaciones Institucionales del V Tercio “General Aranda”.
Se inició el acto con unas breves palabras introductorias a cargo del Director de la Cátedra Miguel de Cervantes de las Armas y de las letras de la AGM, Coronel Miguel Ángel Santamaría Villascuerna, quien nos dio la bienvenida a la presentación del libro que relata el largo camino hacia la refundación de la General en 1927.
Intervino a continuación el Director Territorial del Banco Santander en Aragón, Navarra y Rioja, Javier Gallardo Maroto quien manifestó que a pesar de llevar poco tiempo en la ciudad, es suficiente para comprender que Zaragoza no se entendería sin su relación ni la presencia de la academia militar.
Precisamente uno de los relatos más interesantes de esta obra es el deambular y la competencia intensa entre las diferentes ciudades que querían albergar la academia,y que finalmente ganó la capital de Aragón por méritos propios.
Su historia, como demuestra el libro, de una manera brillante, es la de nuestro país en los siglos XIX y XX, en buscar normas de derecho e instituciones sólidas y eficaces.
Esta academia es una buena prueba de que, incluso cuando a veces se debatía en el terreno político hasta en la irracionalidad más desgraciada, siempre hubo españoles con un celo y una constancia admirables para construir instituciones públicas como esta academia. Así se hizo en el terreno de la educación militar cuando crearon, como bien expresa esta obra, instituciones capaces de formar oficiales que pudieran liderar nuestras Fuerzas Armadas con los mejores conocimientos y con las técnicas más avanzadas en la doctrina militar.
Luego dijo lo siguiente Javier Gallardo: “En Banco Santander lo tenemos claro y por ello nuestra apuesta por la educación superior como foco principal en materia de sostenibilidad y responsabilidad social. Pero también tengo que deciros que es necesario mejorar nuestras capacidades en la Defensa Nacional. Es una realidad que cambia las enseñanzas que recibimos, los ataques que sufrimos y los propios métodos de defender nuestros intereses. Para todo ello España necesita las mejores Fuerzas Armadas y los mejores oficiales al frente de nuestro Ejército y nuestras fuerzas de seguridad. El oficio militar está cambiando mucho y requiere de una enorme capacidad de adaptación, aprendizaje y disciplina, pero la esencia, la excelencia y el espíritu de servicio a España siguen y seguirán siendo sus fundamentos y fortalezas principales“.
“La vuestra sigue siendo una profesión muy distinta a cualquier otra, es una vocación, también es una carrera. No hay otra igual en la Administración española, con permiso de jueces y embajadores. Se sustenta en valores firmes, en comportamientos y en principios. Sin ellos poco podríamos hacer en estos momentos de cambio y transformación“.
Se refirió por último al famoso verso del escritor y soldado, Calderón de la Barca, escrito hace más de 400 años, que en su parte final dice: la milicia no es más que una religión de hombres honrados
A continuación tomó la palabra el General Director de la Academia General Militar, GB. Luis Lanchares Dávila, y estas fueron sus primeras palabras: “Deben ser mis primeras palabras de agradecimiento a Javier Gallardo por sus más que cariñosas y elogiosas palabras y por supuesto para reconocer expresamente también que sin el concurso del Banco Santander esta magnífica obra que ha relatado el coronel Silverio pues no habría visto la luz“.
“Hay que remontarse allá por los años 1200, 1300, que es cuando ya se instituyen los primeros embriones de centros de formación militar, en los que siempre hubo una constante y era intentar dar en cada momento a España los mejores oficiales, si bien era cierto que los recursos disponibles, la propia idiosincracia de quienes en aquellos momentos servían a España en sus ejércitos y las propias vicisitudes de la nación, no siempre permitieron alcanzar las soluciones más adecuadas“.
Señaló el general que hubo siempre un equilibrio inestable entre que la formación fuera propia de las Armas y Cuerpos, Infantería, Caballería…, y a tal fin hubo colegios e institutos, pero luego se dejó entrever, poco a poco, que había otra alternativa, que el tiempo nos ha demostrado que era la correcta, y era que todos los oficiales debían tener una formación común, aquella que, a la postre, caracterizará y definirá a todos los oficiales que sirven a España en sus ejércitos, sin perjuicio por supuesto de que luego cada una de las academias especiales añada un sello, un plus de distinción, un grado de especialización adicional a estos oficiales.
Con ese espíritu aparecieron diversos centros que, en mejor o menor medida, iban recogiendo esa idea y así, poco a poco, llegamos hasta el año 1882, fecha que identificamos como la fundación de la Academia General Militar en su Primera Época. Se alcanzaba en ese momento por tanto un hito en lo que a la formación de oficiales se refiere porque por primera vez y de forma ya claramente organizada y respaldada por el Gobierno y los diferentes ministerio, se constituía un centro único en el que los oficiales recibirían una formación común.
Las vicisitudes de nuestra España en aquella época llevaron a que diez años después el centro desapareciera y volvieran a aparecer las tensiones y las dudas acerca de si mantener una formación común o una formación más basada en las especialidades propias de cada Arma.
Luego el General Lanchares dijo lo siguiente: “Ese momento difícil de la formación militar es un momento del que se conocen cosas pero no las suficientes, y es ahí donde el Coronel Silverio ha tenido el acierto de identificar un área de nuestra historia que realmente ha sido poco estudiada“.
“Y ahí ha entrado con total dedicación, con gran energía añadiría, y hasta donde yo sé porque todavía no he podido leer todo el libro, solo algunos extractos, con gran rigor, y de esa forma ha conseguido, continuar armando, documentando y centrando bien cuál es la historia en este caso de las academias militares y más concretamente de la Academia General Militar. Un aspecto para mí fundamental del libro es presentar, un poco el argumento que ha dejado en el aire Javier Gallardo, la trascendencia que en su momento tuvo Zaragoza. La propia distribución de nuestra nación en aquella época era tendente al centralismo y era difícil de ver una academia que no estuviera en Madrid o en sus cercanías, de hecho, por decir algo, Infantería en Toledo, Intendencia en Ávila, Artillería en Segovia….Claramente España era una nación centralizada y así se manifestaba en la distribución de sus centros docentes, por tanto quien tuviera la visión de pensar en Zaragoza tuvo que romper ciertas inercias intelectuales de aquel momento“.
Otras ciudades aspiraron a ello y cabe decir de forma coloquial, que finalmente el gato al agua se lo llevó Zaragoza. Desde ese momento nació una muy estrecha y fructífera relación que, volvió el general a utilizar argumentos de Javier Gallardo, nadie entiende hoy Zaragoza sin la Academia General
Militar y por supuesto la Academia General Militar no sería lo que es sino fuera por el cariño, el aprecio y el apoyo de Zaragoza en particular y aragonés en general.
Del Coronel Silverio, a la vista de la gran respuesta que había tenido su convocatoria, dijo el general que, al igual que el famoso cantante Roberto Carlos, tiene un millón de amigos.
Finalmente el General Lanchares dijo lo siguiente: “He tenido la gran fortuna de servir con Silverio en la Academia General Militar y puedo decir que es, en primera instancia una grandísima persona, en segunda que es un muy buen profesional y además su profesionalidad adorna lo que ha sido su trabajo en estos últimos años que es la enseñanza, donde me consta que ha hecho un gran trabajo. Si estas tres virtudes que tienes, Silverio, las has aplicado , como estoy seguro que así ha sido, en la investigación y preparación de este libro, estoy seguro que va a ser un éxito. Por todo ello te felicito y les rogaría que nos anticipemos dando un primer aplauso por lo que estoy seguro va a ser una larga sucesión de reconocimientos al gran trabajo de Silverio“.
A continuación, el Coronel Santamaría dio la palabra al autor de la obra, Coronel Silverio Cubero de Val, quien tuvo un largo capítulo de agradecimientos, que inició así:”Que un libro tenga un solo autor no significa que no haya tenido apoyos para que se transformara en realidad. Debo por tanto agradecer al General Luis Lanchares, Director de la Academia, que desde el principio creyera en este proyecto, lo impulsara y tuviera a bien presentarlo. Estas inmerecidas palabras, mi general, el orgullo es para mí el que antes de tu próximo ascenso tuvieras a bien presentarlo; A Don Javier Gallardo, siento mucho que no haya venido el señor Cendoya, muchas gracias por acompañarnos, por esas palabras, vemos que tiene mucho cariño al Ejército y a nuestra academia, y por supuesto gracias al Banco, a la institución, por atender los requerimientos de la academia; Al Coronel Miguel Santamaría, que ha asumido como propio este proyecto, ha sido el verdadero coordinador y ha logrado las ayudas para que esto saliera adelante. Sé que él no querrá que se diga pero yo debo decirlo“.
“Asimismo quiero agradecer a Alfonso García Roldán y María Dolores López Blanco, que han leído este texto, lo han corregido, y con quienes he pasado mucho tiempo hablando de esto. Se dá la circunstancia de que con Alfonso, sin saberlo, habíamos investigado una parte de este libro y lo bueno es que llegamos a las mismas conclusiones, que pudiera no haber sido, pero así fue. También a Rubén Enguita, que no ha podido venir, que ha trabajado, y a Javier Colombo, autor de algunas de las fotografías que van a ver ustedes a continuación; Al personal del acuartelamiento de aquí, que nos está ayudando, también mis gracias, y a mi esposa María Pilar, que me ha ayudado en este proyecto, como siempre hace, siendo la primera en leer el original y corregirlo“.
“Confieso que estoy un poquito preocupado porque este libro, referido a nuestra academia, no colme las aspiraciones de tantos antiguos cadetes y profesores de la General, aquí presentes, autores de artículos y de libros, como el Coronel Fernando Martínez de Baños, por citar alguno“.
“Por tanto ruego benevolencia y ruego también que si estas investigaciones no les parecen adecuadas, me lo comenten“.
Nos explicó luego el Coronel Silverio, que el libro está dividido en tres partes.
En la primera parte se tratan los desconocidos centros de formación de oficiales que existieron en la capital aragonesa durante los siglos XVIII y XIX, desconocidos o con breves referencias, como el Real Picadero, primera institución de la Caballería Española, o la Compañía de Distinguidos, el Colegio de Distinguidos, o las Academias de Cadetes de Cuerpos, pero también otros proyectos que no salieron adelante como la novedosa intentona de traer a la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara.
En la segunda parte se analiza el Colegio Militar de 1904 y las ciudades candidatas, entre las que se encontraba Zaragoza, también las reuniones de los antiguos componentes de la Primera Academia General Militar, que fueron haciendo piña para intentar que esto saliera adelante, aunque cuando lean el libro verán que efectivamente se debió sobre todo a que el General Primo de Rivera, primer general de la Primera AGM, fue quien lo impulsó.
En la tercera parte se examina la búsqueda de sede para la AGM, nuestro general nos lo ha contado. Efectivamente hubo academias y la mayoría de ellas estaban próximas a Madrid, por lo tanto el planteamiento inicial es ese, ¿por qué llega a Zaragoza cuando no era lo normal?, y entre otros apartados la construcción de los edificios de la General y el proyecto académico que por fin se vislumbró y se realizó en 1927, ahí acaba.
Planteamiento inicial. En 1850 cierra sus puertas el Colegio General Militar establecido en Toledo. Tras la desaparición del Colegio General Militar se constituyó al propio tiempo el Colegio de Infantería de Toledo, el Colegio de Caballería en Valladolid, el Colegio de Artillería en Segovia, el de Ingenieros en Guadalajara, y la Escuela de Administración Militar y de Estado Mayor en Madrid. Todo esto lo conocen, dijo el Coronel Silverio, pero quiso hacer hincapié en que viéramos cómo en 1882 se crea la Primera AGM en Toledo como nos dijo el general, pero en 1893, apenas once años después, se disuelve. Se crean otra vez la Academia de Infantería en Toledo, la de Caballería, Etc. Con una única variación, la Academia de Intendencia va a Ávila, que es donde siempre les ha gustado estar.
En 1904 se crea el fallido Colegio Militar en Toledo. Entonces, ¿qué es lo que tenemos?. Desde 1850 a 1927 pasan 77 años, y solo 11 y encima incompletos, son de AGM, de centro unificado de los oficiales, y además la distribución de academias, como se ha comentado, estaría en lo que entonces se conocía como Ambas Castillas.
¿Cómo se podía prever que la General o cualquier otra academia militar pudiera venir a un sitio que no fuera esa zona?, es que no solo estaban estas ciudades, es que estaba Alcalá de Henares, Aranjuez, todas ellas de menor entidad pero que también propugnaban por tener una academia. De acuerdo con este planteamiento nunca la academia iba a venir a Zaragoza. Sin embargo este planteamiento tiene fisuras y aquí aparecen algunas de las novedades que hay en el libro.
Por supuesto la Academia General en Toledo no tenía suficientes instalaciones, ni con el Alcázar ni con los edificios anejos.
El General Galbis, primer Director de la Academia General Militar, digamos que tiene que solucionarlo como puede porque se había designado.
Del Colegio General Militar de 1904, y es desconocido, aparece que su lugar iba a ser Toledo, pero en realidad se cuestionó desde el principio. El General Marina Vega, que es el Director del Colegio General Militar, dice en su informe, totalmente inédito y que aparece en el libro, de esta ciudad que para él Toledo por su capacidad de instalaciones, de locales, de número de habitantes, no podía tener la Academia de Infantería y el Colegio General Militar. Al final, y no se conoce porque la historiografía siempre dice que Toledo iba a ser la sede del Colegio General Militar aunque fue fallido, pues así ha quedado.
En realidad hubo varias ciudades candidatas finales: Ciudad Real, Vitoria, Zaragoza y la omnipresente Toledo, que siempre estaba ahí.
El proyecto de Colegio General Militar fue suspendido en 1905, como conocen, por problemas presupuestarios, pero en realidad los rastros en los archivos nos dicen que se mantuvo ese proyecto.
Siguiendo con su exposición, el Coronel Silverio nos dijo esto: “Yo hablo en el libro de dos planos, uno el de los despachos del ministerio donde había cantidad de documentación, alguna de la cual ha llegado a nuestros archivos, y otro la decisión de crear comisiones y de impulsarlo. He llegado a una conclusión y es que todo este proceso de crear un Colegio General Militar, a pesar de que había muchos opositores, que son conocidos, se alargó hasta 1909, cuando se interrumpe porque en julio de 1909 comienza la Guerra de Marruecos y los esfuerzos del Ejército se focalizan en esa dirección y se abandonan estos proyectos“.
¿Qué hace Zaragoza?. Ya hemos dicho que Zaragoza se postula en 1904 como sede del Colegio General Militar pero había trabajado mucho antes y aquí aparecen centros como el Real Picadero. De este centro, que funciona a mediados del siglo XVIII, conocíamos datos por el inefable Conde de Clonard, pero que también contienen errores“.
“Es un trabajo duro y difícil, en ello todavía estoy, porque al ser la primera Academia de las Armas y de Caballería y en esta ciudad, conozco pero no lo he puesto en el libro en qué lugar estuvo, pero hay que mirar muchas más cosas, y sería un honor yo creo para la ciudad el haber tenido el primer centro antes, perdón a los artilleros, que el de Segovia, pero de las Armas Generales, evidentemente“.
¿Qué hizo también?, y ahí aparece la Compañía de Distinguidos, esta es totalmente novedosa y en el libro se le dedican un par de capítulos. Ahora se va a publicar en este semestre, en la revista del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid, un artículo sobre estas compañías. Estas Compañías de Distinguidos nacen como ven en la Primera Guerra Carlista. Hace falta formar rápido oficiales, sobre todo subtenientes de Infantería, y aquí es la primera de las compañías y de los colegios militares que se forman“.
También nos dijo el Coronel Silverio donde estuvieron. El Colegio de Distinguidos estuvo en tres lugares. En 1835 cuando se funda va al Cuartel de Caballería del Portillo del Cid, que todavía está en pie, lo conocen y está en María Agustín. Esa fue la primera sede porque no tenían otro sitio.
Después lo llevaron a lo que quedaba del gran Convento de Santo Domingo, de tipo medieval, que prácticamente desapareció, como saben, con la Desamortización. Esto es actualmente la Biblioteca del Agua. Está muy remodelado por el arquitecto Magdalena pero nos dá una idea de que allí estuvo este colegio. Incluso en una magnífica foto de Javier pudimos ver la arquería de esta biblioteca que prácticamente es el mejor ejemplo de lo que queda, hay otra cosa en la Casa de Amparo, porque aquello era inmenso, y allí se celebraron incluso Cortes Aragonesas en la época medieval.
Hubo otra tercera sede, que fue la definitiva, de 1838 a 1842, en el Cuartel de Santa Engracia.
Verán que ahora este cuartel desapareció, se hizo por una buena causa, se quería abrir una nueva vía, la calle Costa, que llevaría a la Plaza Los Sitios, que llevaría a la sede de la Exposición Hispano-Francesa de 1908. Vimos la que parece ser la foto más antigua de la zona, de júdez, de mediados de siglo, de mil ochocientos sesenta y tantos. Verán que el cuartel aparece soldado.
Nos quiso contar más cosas el Coronel Silverio. Se aprecia que ha trabajado sobre Academias de Cadetes de Cuerpo y Academias de Distrito de Aragón. Es decir que los Cadetes de Cuerpo, a los que él ha añadido bastante información al respecto porque no hay ningún estudio sistemático sobre esta figura, muy denostada evidentemente pero, como aparece en el libro, a las familias les gustaba este sistema porque eran baratos.
Tenemos el Museo del Fuego, que era un antiguo convento como muchos de los cuarteles del siglo XIX que dieron al Ejército, no los quería nadie, y allí se metieron y los remozaron. Este Cuartel de la Victoria estuvo en la calle de Ramón y Cajal, es también desconocido y no hay ninguna placa que diga nada de nada.
Vimos luego otra fotografía, de 1880, tomada desde el quiebro del Coso Bajo, en la que todavía se reconoce la cúpula del Seminario de San Carlos, que todavía existe. Siguiendo esa línea, y a continuación, hay un solar y un edificio. Ese edificio que todavía está, fue el que la ciudad, el ayuntamiento, con mucha generosidad, propuso al Ejército para que la Academia de Ingenieros de Guadalajara viniera aquí.
Es el primer intento serio, que no llegó a salir pero que se produjo porque en Guadalajara sus edificios estaban en muy malas condiciones, el ayuntamiento y la diputación no podían sufragar los gasto, y estaba Madrid que se la quería llevar, y también Zaragoza. El ayuntamiento aparece ya por primera vez allí, y quiere eso, algo que es desconocido totalmente.
Vimos otra imagen, del número 127, que es la parte central de ese edificio, que aunque tiene diferentes colores y aparecen otras entradas, pudimos ver que en el número 127 hay una entrada tremenda. ¿Qué era eso?, había sido un presidio para corta duración de penas, construido en 1860, que la ciudad se lo ofrece pero de modo provisional, pagando el ayuntamiento los arreglos.
A continuación vimos el proyecto elaborado para esa Academia de Ingenieros, proyecto que la situaba enfrente de la Plaza de Toros, en una zona donde ahora hay un instituto y que en tiempos fue Parque de Artillería.
Desafortunadamente no vino aquí porque las personas de Guadalajara defendieron su academia, consiguieron dinero y la academia se quedó allí porque, como decíamos antes, en casi todas estas ciudades castellanas su principal sustento era este, y no tanto porque estuvieran los cadetesa sino porque con el mes que duraban los exámenes, en el que venían las familias y muchos amigos, conseguían cuadrar, más o menos, las cuentas anuales, pues estamos hablando de una academia en la que había en aquel principio de siglo, del orden de trescientas plazas, a las que se añadían como decimos familiares, amigos y lo que se denominaba en la época “coeficiente”, ahora lo llaman sinergia pero ustedes lo entienden perfectamente. Los exámenes eran orales y aunque las plazas eran unas trescientas, en la época en la que se presentó Franco, se presentaron mil seiscientos.
Seguidamente vimos otro ejemplo, quizás desconocido también, que fue el primer éxito que tiene la ciudad, y es el Colegio Preparatorio Militar. A partir de 1890 la ciudad se gasta sus dineros y construye este edificio para que los aspirantes a la Academia General Militar hagan el bachillerato de la época, la segunda enseñanza, y estudien para prepararse a la General. Iban de uniforme, los profesores eran también militares y cuando no había profesores militares eran civiles, eran licenciados o catedráticos, había de todo. Este edificio continúa en pie pero como solo duró tres años esta opción, el Ayuntamiento de Zaragoza lo cogió en 1912 para su sede, para su Casa Consistorial, y allí estuvo hasta que llegó el edificio de 1960, que todos conocemos, en la plaza del Pîlar. Vimos luego otras posibilidades que Zaragoza ofreció cuando en 1904 se vislumbraba la posibilidad de que Zaragoza tuviera la Academia General Militar. Aquí vino una Comisión, con el General Marina, y le ofrecieron estas posibilidades: Un edificio, que ya no existe, era el antiguo convento penal de San José, que no era cuartel en aquel momento. Ha desaparecido y pasa por encima de donde estuvo, la avenida de las Torres, a la altura de Jorge Cocci aproximadamente.
Les ofrecen eso y dicen que no pues era un lugar bajo y las condiciones higiénicas pesaban mucho en aquel momento. Les ofrecen otras dos cosas, dos cosas que eran del Ejército. Una el Campo de Sepulcro, el único campo de maniobras que tenían, y que pudimos identificar en una imagen mostrada porque la parte de atrás es el Pignatelli, lo que llamaban antes La Misericordia, es decir la sede de nuestro Gobierno de Aragón.
Luego les ofrecen el Cuartel de Torrero, ahora llamado de San Fernando, del que vimos también una imagen de mediados de siglo, de la parte que da al canal. Esto le gustó mucho a Marina. Si hubiera salido más adelante este asunto es posible que, gustándole Zaragoza porque él hace un buen informe, y gustándole este sitio, la Academia General Militar hubiera estado allí 20 años antes de su llegada.
Hay otras partes novedosas en el libro que no se han llevado hasta efecto. Naturalmente antes de elegir una sede había que crear la Academia General Militar, resucitarla una vez más, y estamos hablando de 77 años, con un proyecto fallido en 1904, pero desde 1893 hasta 1927 no hay nada oficial. Sí hay trabajos, y en el libro verán varias cosas. En 1924, llevaba pocos meses nuestro Presidente del Gobierno, el General Primo de Rivera, y ordena al Estado Mayor Central que realice los primeros estudios, y en febrero de 1924, precisamente en esas reuniones que los antiguos componentes de la Academia General Militar realizaban, deciden crearla, y lo publican.
Pero es más, deciden crear una comisión presidida por el General Villalba Riquelme, injustamente olvidado pues todavía no tiene una biografía, que era un hombre prestigiosísimo en el campo de la enseñanza y también en otros campos. Fue Ministro de la Guerra, por muy poco tiempo y fue el pionero de la Educación Física en España, pues creó la primera Escuela Central de Educación Física, que también era civil.
De ahí sale una Memoria, también olvidada, que aparece en junio de 1925. Pues bien, esa Memoria es la base de nuestra Academia General Militar. Tiene doscientos folios, está en Segovia, nadie la ha mirado seguramente porque tardó dos años en hacerse el Decreto Fundacional y hubo novedades.
En la búsqueda de las sedes, no solo fue Zaragoza. A juicio del coronel Silverio, Toledo y Córdoba se postularon, aunque resulte un poco fuerte decirlo, con información privilegiada. El tener esa información privilegiada hizo que fueran las primeras que se presentaron, mientras que Zaragoza no sabía nada.
El Ministerio de la Guerra actúa con secretismo, no envía comisiones, y Villalba viene de incógnito aquí a ver San Gregorio en febrero de 1925. En su hoja de servicios aparece que pidió un pasaporte y al final, y todas estas cosas son novedosas, es él quien propone que Zaragoza lo sea.
Para el coronel Silverio fue una decisión técnica, en la que no interviene la ciudad. Zaragoza conoce a principios de mayo la elección y queda sorprendida porque el ayuntamiento no sabía nada y el alcalde, González Salazar, lo dice. Hace poco tiempo un descendiente suyo, de noventa y tantos años, dijo que su abuelo había traído la academia. Bueno, la academia la trajo el ministerio, no porque fuera el ministerio, sino porque el ayuntamiento no se enteró de nada. Eso sí, su abuelo, como todos los alcaldes que vinieron después, y ese es uno de los grandes éxitos de por qué está aquí, pusieron todas las facilidades y propusieron a Primo de Rivera darle prácticamente de todo, aunque no tanto como en épocas anteriores, todo hay que decirlo. La construcción la lleva el ministerio pero la ciudad sí que se va a encargar de llevar el tranvía, el agua y el alcantarillado.
En 1918 hubo una magna reunión de los antiguos componentes de la Academia General Militar y el Coronel Silverio nos mostró como referencia una fotografía en la que aparece, en el Palacio Real, la Bandera de la Academia General Militar, que estaba en el Museo de Toledo de la Academia de Infantería, portada por el número uno de filiación de la academia, que la General ha instituido un premio con su nombre.
En otra imagen nos mostró el coronel a un hombre también injustamente olvidado hasta la fecha. El General Huerta, al que se veía con uniforme de Jefe Alabarderos del Rey, tuvo mucha influencia porque había sido con anterioridad Capitán General de Aragón, y se empeña en expropiar la primera finca, origen del
Campo de San Gregorio.
El magnífico Campo de San Gregorio nació en 1911 con una finca que era muy importante, (Atalaya de San Gregorio), que tendría unos siete kilómetros y que incluía lo que se conoce ahora como Acampo de Gil, que es donde está María Cristina, nuestro campamento, dijo el coronel.
En otra imagen vimos a Huerta, que también fue Jefe Militar de la Casa de S.M. el Rey, vestido de paisano llevando en brazos al entonces Infante Don Juan de Borbón, abuelo de nuestro actual Rey. Es una foto del verano de 1919 que la familia ha dejado, y se puede ver, en el Museo de la Academia.
Este general es el que impulsa ese proceso, que llegó a conocer casi a su muerte, sobre los terrenos donde está la Academia General Militar y todas las instalaciones que se pueden ver en la carretera de Huesca, que eran terrenos todos del ayuntamiento.
En otros cuadros e imágenes vimos al Rey Alfonso XIII, que firmó el Decreto Fundacional, al General Primo de Rivera, que lo impulsó, y también al General Mayandía, al que el coronel Silverio denomina “el conseguidor”. Este hombre intervino, en la sombra, pero intervino, porque era Vocal de Fomento del Directorio Militar.
También vimos una imagen del monumento de la ciudad a Miguel Allué Salvador, que es el alcalde de 1927. Este hombre trabajó mucho, codo con codo, con la academia. Incluso el día anterior a la inauguración, el 5 de octubre, este hombre va a comprobar, con el ingeniero municipal, si funcionaban el agua y el alcantarillado.
A partir de 1927 quien verdaderamente saca el proyecto adelante es el General Franco, del que también vimos una imagen. Algunas de las últimas fotografías proyectadas nos mostraban el primer desfile de los cadetes de la Academia General Militar, en la Plaza del Pilar, el 5 de octubre de 1928, y la primera Revista que pasa Primo de Rivera en la Academia General Militar, en foto de Heraldo de Aragón.
Finalizó la presentación y nosotros finalizamos esta crónica felicitando, desde las sencillas líneas de los Reales Tercios de España, a los promotores y organizadores del evento, a la vez que expresamos nuestra enhorabuena al Coronel Silverio Cubero de Val por la autoría del libro, “Zaragoza y la Academia General Militar”.